Afirmo que no puede nacer en mi boca  la palabra fracaso y menos imputable a  actuaciones ajenas, aunque me duele doblemente como docente y como ejecutivo de empresa, el suspenso popular con el correspondiente linchamiento a políticos,  educadores y centros, basado en el informe PISA sobre los países de la OCDE.

En los últimos tiempos se ha oscurecido la imagen pública de la educación, de cuyo análisis puedo dar algunas y fáciles -por su evidencia- pinceladas, aunque lo mejor de este informe, ha sido su oportunidad .Quizás así pueda  reflexionarse sobre la utilidad de los sistemas educativos actuales y su trascendencia vital para generaciones venideras.

Hace 31 años, al albor de la eminente democracia, un viejo militante sindicalista del metal, me dijo esta frase "el principio de autoridad empresarial se rompe, cuando el encargado se toma una cerveza con su subordinado", desde entonces he pensado a menudo en  el sentido de sus palabras, teniendo en cuenta de donde venían.

No es ajeno para nadie que se mueva en recursos humanos, la trascendencia del liderazgo y la organización, pues cualquier empresa se mueve entre métodos y personas y lo cierto es que la organización de la escolaridad, especialmente en los ciclos intermedios, es la misma del siglo pasado. Se siguen curriculums rígidos, horarios,  edades, métodos didácticos o incluso evaluaciones relacionados con la repetición,  eliminando cualquier motivación y una atención educativa más individualizada.

En los últimos 50 años, la evolución de la humanidad y sus consecuencias tecnológicas y globales ha cambiado mucho más que en los miles de años anteriores, pero los sistemas didácticos en general para favorecer el aprendizaje siguen resistiéndose a la innovación a la que se han apuntado algunos países,  pero aquí hemos escatimado casi 7.000 millones (O, 7 % PIB) para mantener un crecimiento económico de calidad.

Oigo en estos días mucha demagogia en torno a lo que se denomina cultura frente a la  formación dirigida exclusivamente al mundo laboral, unos  reivindican el humanismo y el disfrute del aprendizaje y otros proclaman la congruencia con la competitividad del mundo económico. Lástima que nadie hable de integrar, conciliar y adecuar porque probablemente ahí está el camino.

Estamos buscando la forma de converger con Bolonia sin ocuparnos de comprender que  las empresas prefieren actitud a  simple conocimiento. El problema no está en la duración de un ciclo académico sino en la forma en que se desarrolla. De hecho el modelo boloñés es aceptado por la mayoría de personas que toman decisiones y los recelos nacen  entre los estudiantes que vienen sufriendo los déficits de planteamiento,  estructuras y presupuesto actuales.

Deberíamos ser capaces de escuchar un poco más allá del contexto verbal  y que los ecos del PISA nos lleven a  ser más facilitadores que formadores,  favoreciendo la concentración y la crítica  para que los estudiantes puedan centrarse, crear y potenciar la innovación. Puede que de esta forma, no se sientan tan obligados a aprender y decidan hacerlo porque descubren que saber más les hace más libres.

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