En la mayoría de universidades americanas preparan a la gente  para que aprendan a  asumir los fracasos. La idea no es nueva en absoluto. Cuentan por ahí que Edison fracasó hasta 990 veces hasta conseguir que el filamento de  nuestras bombillas se mantuviera incandescente, después se sintió satisfecho por haber descubierto otras 990 fórmulas que no funcionaban.

Por  desgracia, aquí educamos a nuestros jóvenes para que no tomen decisiones. Muchos padres de mi generación  mantienen a sus hijos entre algodones más allá de los 30, decidiendo por ellos, en una extraña parábola de superprotección que les impide intentar algo que les haga sentirse distintos.

En las empresas ocurre algo parecido, nos quejamos de que exista poca innovación pero por otra parte no se perdonan los errores, ni tampoco se saca partido de ellos por eso, siempre nos cuesta menos echar una bronca que averiguar qué razones existen detrás del error y el reconocimiento anda carísimo.

Me encanta una frase de mi ilustre paisano Ferrán Adriá que afirma que "el fracaso es el camino hacia el éxito" dicho por la persona que nos ha enseñado a comer de otra forma en el siglo XXI, supongo que merece cierta atención y respeto. 

Vivimos un momento muy especial en el mundo económico-social y, concretamente, en el mercado de trabajo empresarial, ¿saben cuáles son los perfiles más caros de encontrar? Pues nada menos que los mandos intermedios y las oficialías de formación profesional, y ¿alguien se ha preguntado por qué razón? En mi opinión  está relacionado con  el mismo tema.

En los años 80 la mayoría de jóvenes  y sus padres, entre los que me incluyo, creíamos que el camino del triunfo tenía que ver  con la posesión de un título universitario. Después de la famosa EGB se abrían dos caminos que llevaban a  la universidad o a la FP y la elección -salvo excepciones vocacionales- tenía mucho que ver con la supuesta capacidad intelectual  del sujeto, más o menos mediatizada por el centro educativo, con frases como "parece que no se le da muy bien estudiar, quizás aprendiendo un oficio….." , todo ello abonado por una sociedad  que promocionaba socialmente y por televisión la titulitis con series a lo'Farmacia de guardia',  'Médico de familia',  etc., mostrando modelos de éxito, contrariamente a 'Manos a la obra'  o las comedias de Landa, Pajares, etc.

De hecho, el  límite entre lo vulgar y lo selecto tenía mucho que ver con la carrera del niño o niña en cuestión y, así nos ha ido. En este momento gana más dinero un carpintero o un  lampista que un abogado medio y, con los 'mandos intermedios', tres cuartos de lo mismo, carrera más un master y ya tenemos un jefe. Así les va a muchas empresas y a todo ello, ignorando la realidad de la incorporación masiva de la mujer, a menudo con más preparación y seguro que con mayor empeño, pero con excesivas trampas para impedir su acceso al poder.

Es sabido que el éxito o el fracaso sólo depende de la percepción de los demás , pero por mi parte prefiero a la gente que se equivoca a menudo, porque me da a entender que hace muchas cosas, frente a aquellos que creen hacerlo bien simplemente porque  no tienen mayor compromiso que cumplir lo justo. Afortunadamente en el mundo laboral hay trabajo para todos, pero los que saben de verdad son más felices, porque han podido aprender más y sólo se consigue experiencia de los errores propios.

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