2013 ha sido en la economía española un año para olvidar. Un año de recesión en su primera mitad, un año de tasa de paro por encima del 25%, un año con un déficit público superior al 6%, un año de devaluación salarial. Pero también ha sido el año de la crisis en el que parece que se ha visto el fondo de la crisis: el PIB se estabilizó en el verano empezado a crecer ligeramente en el último trimestre, la balanza de pagos es positiva, la destrucción de empleo se ha ralentizado, la recaudación fiscal se ha mantenido, se ha dado por finalizado el rescate bancario, la Bolsa escala máximos, la prima de riesgo está contenida y, lo que es más importante, se están creando expectativas positivas, a partir de una campaña iniciada por el Gobierno y amplificada por las grandes empresas. 2014 aparece en el horizonte como un año mejor de lo que ha sido 2013, lo que apunta a un cambio de tendencia, aunque no muy acentuado, por los problemas de fondo de la economía española.

Gabriel M. Pérez Alcalá
Gabriel M. Pérez Alcalá

La economía española en 2014 va a seguir viviendo el camino de ajuste duro, que se inició en 2009 y se acentuó especialmente en 2011, provocado por el exceso de deuda del conjunto de la economía, lo que hará que 2014 sea, uno más, un año difícil. El camino de ajuste que está recorriendo el Sector Privado de la economía, sin que el Sector Público lo transite decididamente, es el que condicionará la lenta evolución de la tasa de crecimiento de la economía española, manteniéndola en niveles del 1%. Así, desde 2011, las familias y empresas han reducido su nivel de endeudamiento en más de 30 puntos del PIB, lo que les ha supuesto el esfuerzo de ahorrar en un contexto de incremento del paro, de bajadas de sueldo, pérdida del valor de sus activos y subidas de impuestos. Mientras tanto, el sector público ha visto crecer su deuda de un 70% del PIB hasta más del 90% en sólo tres años. Este proceso de desapalancamiento del sector privado español, que continuará en los próximos meses a pesar del fin del saneamiento de la banca, es el primer condicionante del bajo nivel de crecimiento de la economía española, máxime si tenemos en cuenta el alto nivel de impuestos y la ausencia de una verdadera reforma del Sector Público español, tanto en la vertiente de impuestos (que se ha anunciado para 2015), como de gasto (que realmente ni se ha planteado).

Este camino de ajuste de la economía española muestra, sin embargo, algunos signos esperanzadores. En primer lugar, la mejora de la competitividad exterior de la economía española fruto, fundamentalmente, de la devaluación de salarios y el sobredespido; y, en segundo lugar, el reequilibrio sectorial de nuestra economía. Aunque pueda parecer una paradoja, la estrategia de reducción de salarios en términos reales y el sobredespido de trabajadores (es decir, una mayor reducción de plantilla que la reducción de la facturación la de la empresa) están teniendo como efecto positivo que los niveles salariales se hayan acompasado a la productividad real de las empresas, lo que, si bien incide sobre un menor nivel de consumo a corto plazo, está teniendo el efecto positivo de la supervivencia de las mismas empresas y sus posibilidades de consolidación en el medio plazo. Por otra parte, el hundimiento del sector de la construcción y la supervivencia de las empresas en el resto de sectores, especialmente aquellas vinculadas a la exportación de bienes y servicios, ha reequilibrado la composición sectorial de nuestra economía, dando unas mejores perspectivas de crecimiento en los mercados mundiales.

La economía española estará, en 2014, aún inmersa en la crisis, toda vez que su tasa de crecimiento será raquítica (en el entorno del 1%) y con una creación testimonial de empleo, porque el exceso de deuda le impide crecer. En medio de esta situación habrá signos esperanzadores que podrían ampliarse si el Gobierno terminara las reformas pendientes que habría que hacer. Unas reformas que seguramente no se abordarán porque precisamente en 2014 empieza, con las elecciones europeas, el largo ciclo electoral español, que culminará en 2015 con las elecciones municipales en mayo y las generales en otoño. Y, como es conocido, en tiempo de elecciones, no hacer mudanza.

Gabriel M. Pérez Alcalá, profesor de Política Económica Universidad Loyola