Con la entrada de un nuevo año, nos aproximamos un poco más al horizonte de 2020, un año redondo al que miles de empresas y organizaciones hemos otorgado un valor emblemático en cuanto supone un antes y un después en la construcción de la nueva economía global hacia la que avanzamos. De todos es conocido que los pilares de la política energética en el ámbito europeo para ese 2020 se sustentan en la competencia, la sostenibilidad y la eficiencia energética: el conocido compromiso del 20/20/20.
Este compromiso implica incrementar hasta el 20% la cuota de renovables en el balance energético, reducir un 20% las emisiones de efecto invernadero y alcanzar un 20% de ahorro energético. Estos objetivos energéticos responden a la necesidad de avanzar hacia un modelo energético más eficiente y sostenible en el uso de la energía, que reduzca nuestra dependencia energética exterior y contribuya a la lucha contra el cambio climático.
Para la consecución de estos objetivos es imprescindible que sigamos mejorando la eficiencia de un sistema eléctrico muy distinto al que teníamos hace algunos años. En el pasado, el equilibrio entre la oferta y la demanda en el sistema eléctrico recaía sobre todo en una generación muy gestionable, capaz de regular su producción para adaptarse a la evolución de la demanda.
En la actualidad, esto está cambiando. El sistema eléctrico se encuentra en una fase de transición hacia un nuevo modelo, caracterizado por la preponderancia de unas energías renovables que, aunque todavía incipientes, exigen una gestión diferente de las convencionales, la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles y el auge de agentes del lado de la demanda que tradicionalmente han tenido un papel pasivo.
En este sentido, compensar la menor gestionabilidad de la generación renovable, fomentar medidas de eficiencia energética y gestionar el cambio de rol, mucho más participativo, de los consumidores, suponen algunos de los desafíos a los que es necesario dar respuesta en los próximos años para lograr una gestión eficiente del conjunto del sistema.
CECRE: la apuesta de Red Eléctrica de España
Concretamente, la integración segura de las energías renovables es uno de los grandes desafíos para la seguridad y el desarrollo del suministro eléctrico, y especialmente en el sistema eléctrico español, debido a la limitada capacidad de interconexión con Europa. El esfuerzo realizado por Red Eléctrica durante la última década por avanzar en este sugerente reto de la integración de renovables se ha puesto de manifiesto con la creación y el eficaz funcionamiento del Centro de control de energías renovables (CECRE), una herramienta tecnológica pionera a nivel mundial, y mediante la cual en Red Eléctrica estamos dando respuesta al desafío de gestionar e incorporar a nuestro sistema eléctrico energías que tienen una gran variabilidad, difícil predictibilidad y menor capacidad de adaptación a la demanda, por su dependencia de las condiciones climáticas.
El funcionamiento de este Centro de control, referente mundial en la integración de renovables, viene demostrando una gran capacidad de respuesta para identificar los riesgos, anticiparnos a los comportamientos de estas energías intermitentes y compensar su gran variabilidad, sin comprometer la calidad y la seguridad del suministro, lo que creo que ha sido un gran éxito tecnológico ante el complejo reto de desarrollar las energías renovables de cara al 2020.
La labor del CECRE ha contribuido, de esta forma, a que la producción de energías renovables en el sistema eléctrico peninsular represente ya cerca de un tercio de la producción anual de energía durante los últimos años. Y esto está permitiendo que las energías autóctonas tengan cada vez más protagonismo en la cobertura de la demanda, con la consiguiente reducción de nuestra dependencia energética exterior y ahorro energético en la factura nacional, algo con lo que todavía sueñan muchos países de nuestro entorno, y que en España debe ser uno más de los motivos de orgullo de país.
Miguel González, delegado de REE en Andalucía y Extremadura