Este mes de octubre se han cumplido ya 10 años desde que un conjunto de fundaciones constituyéramos lo que hoy es la Asociación de Fundaciones Andaluzas, como una organización privada, -política y financieramente independiente- que aglutina y presta servicios a todas las fundaciones de nuestra comunidad autónoma. Durante todos estos años, el sector fundacional andaluz ha evolucionado muchísimo, no ya en número, sino en profesionalización, presupuestos que manejan, actividades que desarrollan, y beneficiarios a los que se dirigen. Y más importante aún, durante estos años ha desarrollado con muchas dificultades una importante labor no solo social, sino también en otros muchos sectores de la economía como la cultura, la educación, el deporte, el medioambiente, la I+D+I, etc., cubriendo un vacío que ni la Administración Pública ni las empresas desarrollan. Ha generado una Sociedad Civil cada vez más fuerte, entendiendo Sociedad Civil como lo que es -diversidad de personas con categorías de ciudadanos que actúan generalmente de manera colectiva para tomar decisiones en el ámbito público que concierne a todo ciudadano fuera de las estructuras gubernamentales- ya que considero que la nuestra es muy dependiente y se encuentra fuertemente politizada, y eso, entre todos tenemos que trabajar para cambiarlo. A pesar del gran trabajo que desarrollan estas entidades, el sector no cuenta con muy buena imagen pública, motivada en unos casos por la práctica ilícita de algunos y la mala comunicación en otros, fundamentalmente. Una ONG puede ser una fundación o una asociación. En el caso que nos ocupa, las fundaciones son para mí empresas, herramientas sin ánimo de lucro que deben estar igualmente profesionalizadas, operar en un mercado y capacitarse con los atributos necesarios para ser mejores ante sus competidores.

Juan Luis Muñoz Escasi
Juan Luis Muñoz Escasi

Durante estos últimos años, las fundaciones no han sido capaces de diversificar sus fuentes de ingresos. Dentro de las posibilidades de financiación que tenían a su alcance, se han centrado en las más fáciles o menos creativas: las Administraciones Públicas y las Obras Sociales de las Cajas de Ahorros. Debido a la mala gestión de ambas, estas fuentes han desaparecido drásticamente. Como consecuencia, muchas fundaciones se han extinguido o han paralizado su actividad, con el grave perjuicio de que los beneficiarios de sus actividades se han quedado sin recibirlos. El empezar ahora a diversificar en otras fuentes de ingresos, va a suponer no ver resultados a corto plazo sino a largo, siempre que se hagan correctamente las cosas.

No obstante, previo a todo esto, las fundaciones tienen que esforzarse por ser más transparentes. Si queremos generar confianza en los donantes -el futuro está en la microdonaciones-, no puede haber opacidad en nuestras organizaciones. Un reciente estudio elaborado por la Asociación de Fundaciones Andaluzas ha revelado que solo un 3% de las fundaciones analizadas (509) tienen publicados en su web sus estados financieros y memorias explicativas. Con estos datos, resulta complicado generar confianza y transmitir la importante labor que realiza el sector. Por otra parte, la configuración de los Patronatos (órgano de gobierno de la fundación) no ha contribuido a la sostenibilidad de muchas fundaciones. Desde mi punto de vista, en la mayoría de los casos no están bien configurados y solemos encontrar las mismas personas en multitud de fundaciones, sin involucrarse y sin conocer muy bien cuál es su función y su responsabilidad. Por último, me gustaría hablar de los retos del sector. Por un lado, de la Administración Pública respecto a las fundaciones, en cuanto al Protectorado como órgano encargado de velar por la legalidad en la constitución y funcionamiento de las fundaciones. Debería existir mayor agilidad en su funcionamiento, acortando plazos, para lo que será necesario dotar a los protectorados de un mayor número de personal y de medios técnicos más avanzados, como es la posibilidad de cumplir con estos trámites a través de un registro electrónico. Igualmente considero necesario reformar la Ley de Fundaciones para adaptarla a la nueva realidad de las mismas, donde la función del Protectorado se centre en un mayor nivel de exigencia en cuanto a la rendición de cuentas y la responsabilidad de los órganos de gobiernos de las fundaciones. Y por otro lado, los retos a los que se enfrentan las propias fundaciones: profesionalización, financiación, comunicación, colaboración y la ilusión y pasión. Para finalizar, me gustaría lanzar un mensaje optimista, ya que considero que se trata de un sector en crecimiento y en alza. Como ocurre en otros países más avanzados, a través de este tipo de organizaciones se canaliza el desarrollo de la sociedad.

Juan L. Muñoz Escassi, Director general de la Asociación de Fundaciones Andaluzas