En unas circunstancias sociales como las actuales, considerar y potenciar la producción de contenidos culturales como un factor de prosperidad y de crecimiento, exige mayor flexibilidad y tesón  en la mediación. Entre otras cosas porque significa entender la cultura como un derecho democrático y como una herramienta útil para enfrentarse a la incertidumbre reinante. Entendidas así, las instituciones culturales -frente a los centros comerciales por ejemplo- intentan operar como lugares protegidos del consumismo entendido como compra desaforada. Po ello estimular la cultura, potenciar los centros culturales, ayuda a la supervivencia de  ámbitos de diálogo y de conocimiento compartido tan  necesarios para promover la creatividad. 

José Lebrero Stals
José Lebrero Stals

El  objetivo es contribuir en lo posible a evitar que las nuevas identidades colectivas que se está conformando  entrados ya en el siglo XXI,  se sostengan únicamente en argumentos economicistas que frecuentemente tienden a imponer un modelo basado más en la competición que en la cooperación. Cuando escasea la reciprocidad, el deseo de  enriquecerse económicamente se convierte en un modo de compensar la escasez de capital relacional, de cultivar el afecto a los otros, la “relatedness” inglesa. 

Este año 2013, el Museo Picasso Málaga ha celebrado su décimo aniversario fundamentando su actuaciones conmemorativas en tres ideas que esperamos contribuyan a que siga siendo un ente considerado como bien de interés público además de un factor contribuyente al crecimiento económico.

Por una parte reconocer a quienes desde la iniciativa privada, la familia del artista,  y desde la administración pública, el Gobierno regional, lograron en su día  un acuerdo que significó el año pasado que casi cuatrocientas mil personas de todo el mundo se acercaran a ver en Málaga la obra de Pablo Picasso y que hoy la institución esté  en la lista de los diez museos más influyentes del país.

La segunda idea que ha cristalizado en exposiciones temporales y actividades culturales diversas proponía hacer memoria. Es decir,  subrayar que el patrimonio cultural se elabora con paciencia en y con el tiempo y que una identidad colectiva fuerte se sostiene en construcciones simbólicas  enraizadas en la historia.

Finalmente la reflexión continuada que supone un ejercicio de auto-análisis de la organización y por lo tanto de la “empresa”. Esto permitirá abordar los posibles futuros de la institución con argumentos esperamos útiles para  desarrollar la mediación institucional aceptando la definición de doble naturaleza de la expresión cultural, simbólica y económica que institucionalizó en 2005 la Unesco.

Recordemos que la descentralización política  ha significado la trasferencia de competencias. Esto afecta directamente a la toma de decisiones en las líneas de actuación de las políticas culturales que repercuten  en el tipo de directrices de la gestión cultural en un territorio determinado. Esta realidad lógicamente se lee aquí en clave regional y se ve forzada según nuestro parecer  en el futuro que ya está entre nosotros a ser conjugada con las demandas que los nuevos escenarios culturales y económicos globales hacen a la gestión cultural para que ésta responda sin vacilaciones a la nueva situación.

Y aquí nos encontramos: inmersos en las dinámicas de globalización que afectan a nuestra sociedad, a nuestro museo, a nuestra “empresa”. Uno de los retos centrales consiste en aprovechar las aportaciones de formas de gestión pública más avanzadas que se están incorporando en algunos sectores como la  salud o el empleo, para poner en práctica  formas de gestión mixta que descarguen financieramente el compromiso de la subvención pública y que logren mayor compromiso, mayor participación de la empresa privada.

Hay que hacerlo sin que la misión  que compromete a la institución con los contenidos de calidad se vea entorpecida por la tentación de un enfoque economicista mecanicista. El futuro inmediato reclama abrir el campo de la gestión pero no perder de vista “la razón pública”.  Para ello hay que intentar provocar, como indica el experto en gestión cultural Alfons Martinell, un cambio de mentalidad en la gestión de las prácticas culturales  sensible a establecer nuevos equilibrios entre las relaciones de proximidad -vitales para no perder identidad- y los procesos de mundialización en los que habrá que encontrar nuevos recursos.

José Lebrero Stals

Director Artístico del Museo Picasso Málaga