El impulso de los empresarios, canalizado a través de legítimas inversiones de capital en busca de rendimientos más o menos inmediatos, es esencial para dinamizar la economía de los países civilizados. Y asimismo es esencial su labor de mecenazgo, en forma de contribuciones gratuitas al bienestar general de la sociedad que le ha permitido ejercer su acción empresarial. En este doble contexto -sea interesado o generoso el fin-, el esfuerzo inversor en investigación científica y desarrollo tecnológico que realice el sector privado debe complementar el de las instituciones públicas.

Miguel Ángel de la Rosa
Miguel Ángel de la Rosa

Hasta el estallido de la crisis, la inversión privada española en I+D+I había venido experimentando un cierto crecimiento, en buena parte paralelo al fuerte tirón de la inversión pública en el segundo mandato de Aznar y en los cuatro primeros años del Gobierno de Zapatero. La situación hoy es bien distinta, habiendo disminuido no sólo la cantidad total invertida por las empresas privadas sino también el número de compañías que dedican parte de su presupuesto a la innovación. En todo caso, el empresario español suele ser, en líneas generales, un tanto renuente a la hora de apostar por la inversión en ciencia y tecnología pues la considera de muy largo plazo y riesgo elevado, así como escéptico ante el mecenazgo científico pues recela de su repercusión sobre un eventual aumento de su prestigio y consideración social.

Excepción a la tendencia dominante es la inversión empresarial en el Centro de investigaciones Científicas Isla de la Cartuja (cicCartuja). Ya sea mediante contratos para la ejecución de proyectos de investigación destinados a resolver problemas concretos, ya sea mediante convenios para reconocer y premiar la labor de investigación en sus laboratorios, numerosas son las colaboraciones del cicCartuja con el sector privado. De manera particular quisiera destacar en estas líneas la labor de mecenazgo de la Fundación Ebro Foods -y, en concreto, de su presidente Antonio Hernández Callejas-, que desde 2010 viene patrocinando el Premio cicCartuja – Ebro Foods a jóvenes científicos de los tres institutos que componen el centro.

En su última edición, los ganadores han sido Lola González García y Julián Parra Barranco, investigadores pertenecientes al Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla. El trabajo premiado representa un avance importante en el desarrollo de materiales con respuestas ópticas novedosas mediante la incorporación de nanopartículas de oro, lo que permite que el material modificado pueda emplearse a nivel tecnológico o industrial en campos tan diversos como el cifrado de la información o la detección de objetos falsificados. Además, se han otorgado dos accésits, el primero a Orestes Rivada Wheelaghan, científico vinculado al Instituto de Investigaciones Químicas, por las posibles aplicaciones en la industria farmacéutica de sus estudios en el campo de la química organometálica, y el segundo a Julia Ferrández Navarro, del Instituto de Bioquímica Vegetal y Fotosíntesis, por su contribución al conocimiento del metabolismo de las plantas y la adaptación de éstas a su entorno.

Desde el cicCartuja pretendemos favorecer la alianza entre ciencia y empresa, a través del patrocinio y la colaboración, con el triple propósito de impulsar el trabajo de los investigadores, potenciar la repercusión de los resultados científicos en la sociedad y establecer alianzas entre la investigación pública y el sector productivo. A los jóvenes, además, se les anima a asumir el reto de convencer a los empresarios, a los políticos y, en definitiva, a la sociedad de que ellos son el futuro, de que tienen que seguir apostando por la ciencia, de que sus trabajos son la clave para salir de la crisis y, en definitiva, para garantizar una mejor calidad de vida a sus conciudadanos.

Miguel Ángel de la Rosa, Director del cicCartuja