Progreso. Es la palabra que define todos los pasos hacia delante que ha dado la humanidad a lo largo de su historia y siempre han llegado de la mano de los avances científicos, en una u otra disciplina. La tecnología es uno de los últimos eslabones de esa cadena pero el que ha supuesto unos cambios más radicales y, sobre todo, más rápidos. Nunca antes de ahora se habían producido tantos avances y de tal calibre como en los últimos años.

Rodrigo Miranda
Rodrigo Miranda

Básicamente, esta revolución se debe a dos razones: por un lado, la tecnología, que supone conocimiento orientado a la aplicación práctica y la solución de necesidades de todo tipo, se ha democratizado y ha llegado a las manos de los ciudadanos, no solo de la industria; y, por otro, ha sido capaz de poner en conexión a todos los habitantes del planeta a la distancia de un solo clic. Y en este caso, la palabra es Internet.

Pensar en que cualquier ciudadano puede comunicarse en tiempo real con el otro lado del globo terráqueo se tildaba de ciencia ficción hace muy pocos lustros. La Red es uno de los avances tecnológicos que más ha cambiado y va a cambiar nuestra vida porque ha dibujado un escenario completamente nuevo y abierto para las comunicaciones y ello ha supuesto también un nuevo mercado, una sociedad distinta y una forma de pensar también diferente. Economía, sociedad y cultura: tres palabras más.

Si completamos este puzle semántico concluiremos que la tecnología ha aportado al progreso un nuevo entorno que ya no tiene vuelta atrás, muy al contrario, está en plena evolución y es un tren  que perderá quien no compre un billete.

Desde el punto de vista económico, los cambios se traducen en una reinvención de las reglas del mercado. Las barreras para crear un negocio han bajado muchísimo, se abaratan, igual que los costes de producción y de almacenamiento de la información; Internet ha roto las barreras geográficas, de tal manera que cualquier empresa tiene a través de la Red un mercado potencial que abarca el mundo entero.

Las complejas cadenas de intermediarios y distribución se han roto y las compañías pueden contactar de forma directa con el cliente, con todas las ventajas que ello implica. Son muchos los sectores que ya no volverán a ser lo mismo que eran hace unos pocos años: la moda, los viajes, la prensa, gran consumo, cine, música… y, probablemente, en breve, habrán cambiado todos de una u otra manera. Eso significa que una mayoría de las que serán las cien mayores empresas dentro de 20 años, aún no han nacido, proceso que ya hemos visto con marcas como Google, Amazon o Facebook.

En el ámbito social nuestra vida cambió desde el momento en que cualquier ciudadano conectado a un dispositivo con capacidad para navegar por Internet (y hablamos de múltiples dispositivos) multiplica generosamente su capacidad para informarse y tomar decisiones de compra. No podemos olvidar que la penetración de teléfonos móviles en el mundo está por encima de la de la electricidad, el agua corriente, las cuentas bancarias, las tarjetas de crédito y hasta la televisión.

El ciudadano, además, ha tomado contacto con un poderoso altavoz, las redes sociales, que le confieren capacidad para opinar de forma libre y compartir esas opiniones, una capacidad que ha aprendido a utilizar y que ha trastocado su posición como sujeto pasivo ante las ofertas del mercado en un elemento activo que quiere ser escuchado y atendido por sus proveedores. ¿Hubiera sido posible la primavera árabe sin las redes sociales? No, y esa es la cultura que llega porque la llamada generación de los “millenials” ha nacido ya inmersa en la tecnología y, en vez de sorprenderse con ella, simplemente la utiliza.

Rodrigo Miranda, director del Instituto Superior para el Desarrollo de Internet (ISDI)