Los agricultores de la Unión Europea conocerán, entre hoy y mañana, cuál será el apoyo que dará la Comisión a los cultivos bioenergéticos. La propuesta realizada por este órgano, que será debatida ahora por los ministros de Agricultura de los países miembros, no deja demasiado lugar a la esperanza, ya que desoye las peticiones de las OPAs europeas y sitúa en 45 euros por hectárea la ayuda para producir biocarburantes a partir de cultivos que, de otra manera, pueden estar condenados ya a la desaparición.

En los últimos meses, la producción de energía «verde» se ha situado a la cabeza de las alternativas para la viabilidad económica, por ejemplo, de la remolacha como materia prima para el bioetanol. De hecho, tanto el Ministerio de Agricultura como la Consejería del ramo -ésta con el Plan de Energías Alternativas- han visto con buenos ojos la redirección de algunas siembras hacia este fin.

Miguel Afán de Ribera, secretario general de Asaja Sevilla, califica de «sorpresa negativa» y de «absoluto disparate» la propuesta de la Comisión, «un órgano que impide, con sus reformas, que los agricultores sigan produciendo alimentos». En su opinión, «la ministra y el consejero de Agricultura deben luchar mucho para que se mejore considerablemente esta propuesta».

La Comisión Europea establece que en el año 2010 el 5,75% de todo el combustible que se consuma en el continente tenga su origen en el campo. La producción y consumo de biocarburantes contribuye a la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera -debido a la disminución en el consumo de petróleo- e incide en al consecución de los objetivos trazados en el Protocolo de Kyoto. Para Afán de Ribera, «el petróleo se encuentra en zonas que se hayan en conflicto casi de forma permanente y supone un bien necesario cuyo valor fluctúa demasiado por factores externos», por ello, cree necesario «que la UE apueste realmente por estas alternativas». El secretario general de la patronal cree que los esfuerzos deberían ir en varios sentidos. «En primer lugar sería necesario un esfuerzo orientado a la industria, para que ésta pueda ofrecer al agricultor un precio razonable por la materia prima» y, por otro lado, que el productor reciba un mayor incentivo por hectárea que convierta en viable el abandono de la siembra orientada al mercado alimentario.