El cambio en el escenario económico en las últimas semanas ha estado marcado por las decisiones acordadas por el Banco Central Europeo a principios de junio. Después de mucho tiempo de espera, el presidente de la autoridad monetaria, Draghi, anunció las medidas de estímulo monetario que había estado sugiriendo en anteriores comparencias, siendo éstas bien acogidas por los mercados. Así, apoyándose en la atonía de los indicadores del sector real en el conjunto de la UEM (con un crecimiento muy lento del PIB) y la ausencia de tensiones inflacionistas, el Consejo de Gobierno del BCE anunció un amplio paquete de medidas expansionistas que rápidamente se tradujo en un descenso de las rentabilidades de la deuda pública de los estados miembros de la periferia, una depreciación del euro frente al dólar -si bien posteriormente se recuperó- y un ascenso en los principales índices bursátiles.

Junto con la disminución de los tipos de interés de referencia, lo más novedoso fue el anuncio, por parte de la autoridad monetaria, de que se estaban preparando otras actuaciones adicionales, a fin de contribuir al objetivo de estabilidad de precios (alejando el fantasma deflacionista) y, al mismo tiempo, favorecer la reanimación del crédito a la economía real. Se refería a la posible compra directa de titulizaciones, tal y como se le ha instado desde distintas fuentes (incluso por el FMI), algo que podría corregir la fragmentación financiera contra la que el BCE está luchando desde el comienzo de la crisis de deuda soberana. Al margen de que se confirme esta última posibilidad, el paquete de medidas hechas efectivas debería tener efectos positivos sobre el sector financiero y el sector real de la economía española. En concreto, cabe esperar que, continúe la transmisión bajista de los tipos de referencia y del coste de la deuda (el bono a 10 años se sitúa en torno al 2,60% y la prima de riesgo -diferencial con el bund alemán ronda los 120 p.b), al tiempo que se produzca un aumento en la concesión del crédito.

Si bien, el respaldo del BCE a la oferta monetaria parece contundente, al menos de momento, no conviene olvidar la existencia en este mercado (como en todos) del lado de la demanda. Y es en este caso, donde resulta más improbable que estas medidas incentiven de forma inmediata la demanda del crédito, si los agentes no tienen otras expectativas acerca de la conveniencia de solicitar financiación: proyectos de inversión, de ampliación del capital físico, de comprar vivienda, de consumos varios, y estas últimas opciones dependen mucho de la creación neta y sólida de empleo, al margen de otros factores. De hecho, en el caso de España, conviene recordar que no hace mucho tiempo se argumentaba que el crédito caía porque no había demanda solvente, pero no porque las entidades no estuvieran dispuestas a conceder financiación. Y es que la posición de las familias y empresas en España resulta todavía muy endeudada, por lo que revertir esta situación requerirá más tiempo en nuestra economía que en otros países de nuestro entorno. Pero, en cualquier caso, lo cierto es que las perspectivas en el sector real han mejorado en España.

Así, las últimas proyecciones estiman que la Zona Euro podría crecer en 2014 un 1%, una tasa que la economía española superará, según la mayoría de los analistas, y a tenor del crecimiento observado en el primer trimestre de 2014 (0,5%). En Andalucía, el PIB ha seguido una trayectoria similar, creciendo un 0,7% interanual, la primera tasa positiva desde mediados de 2008. Este comportamiento se ha debido a la reactivación de la demanda interna, que ha supuesto una contribución positiva al crecimiento de la producción, cercana al punto porcentual. Resulta destacable el avance del consumo privado, que ha crecido un 1,5% interanual en el primer trimestre, aunque la inversión sigue representando una aportación negativa, pese a la moderación con respecto a trimestres anteriores.

 

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