El 2015 será un año decisivo para la incipiente recuperación económica y para la situación política española. Durante 2015 se celebrarán elecciones municipales, autonómicas y nacionales. La crisis económica ha hecho que aparezcan nuevos partidos políticos con una nueva visión de la política y de su gestión y con una singular interpretación de la transición política española. Sin duda, los resultados electorales fracturarán el bipartidismo político actual y nos enfrentaremos a un marco político más inestable que el actual, sin mayorías claras. Por tanto, 2015 será un año decisivo para la estabilidad política, la gobernación de los municipios, autonomías y estado y para su economía.
Tras siete años de crisis económica se empieza a cuantificar y a ver con precisión las consecuencias que ella está teniendo en las condiciones de vida de la gente y en la distribución de la renta y de la riqueza: los grupos más vulnerables están perdiendo, de forma acelerada, estándares de bienestar conseguido durante la larga etapa de crecimiento anterior, y las políticas públicas no parecen adecuarse a la nueva situación, ni a los riesgos que implica. La sociedad está confusa porque, aunque comprende algo de los problemas, no entiende la dirección de la marcha puesta por el Gobierno y la Unión Europea (UE). Ni le ayudan a entenderla los medios de comunicación muy centrados en sus disputas políticas.
La respuesta a la crisis, por parte de los países más potentes de la Eurozona, ha sido muy insuficiente sobre todo por la renuncia de Alemania a ayudar financieramente a los países más perjudicados, puesto que se ha transmitido a sus ciudadanos de que sería perjudicial premiar a los irresponsables países periféricos a costa de los virtuosos del norte. La construcción de la Unión Monetaria no tuvo en cuenta que los desequilibrios entre economías tan diversas necesitarían algo semejante a lo que creó el Fondo Monetario Internacional en 1944 en Bretton Woods, un mecanismo que diera créditos a tasa de interés soportables para ayudar a los países en dificultades sin introducir el concepto de castigo bíblico germano.
Podemos decir que la evolución reciente de la economía española permite albergar unas dosis moderadas de optimismo sobre el afianzamiento de la incipiente recuperación en el 2015. La tasa de crecimiento del PIB acabará el ejercicio en el 1,3% anual y quizás alcance el 1,4% y las previsiones para el 2015 serán positivas con un crecimiento del 2,5%, situándose por encima de la media de la UE. El empleo seguirá creciendo, aunque a ritmo lento y soportado, en buena medida, por contratos precarios; las exportaciones no parecen afectadas, de momento por el estancamiento europeo; y la prima de riesgo desciende a los niveles previos a la crisis. Aunque la incierta recuperación de la economía española no está excepta de incertidumbres: a) la deuda pública ya ha alcanzado su récord histórico, alcanzando el 97% del PIB, que tendrá que pagar los españoles de hoy de las generaciones venideras; b) el peligro de la deflación acecha a la economía española y complica el pago de la deuda pública; c) el deterioro del tejido social como consecuencia de la prologada crisis y el aumento de las desigualdades sociales.
El comportamiento de la economía europea es muy débil, con un estancamiento que puede durar más de una década, y una profunda insatisfacción que ha derivado en un euroescepticismo. El peligro de la deflación y japonización acecha a la UE. La puesta en marcha de la nueva Comisión Europea, presidida por Jean Claude Juncker, ha inaugurado un nuevo ciclo político y una cierta esperanza de rectificación del pasado. Juncker ha tomado conciencia que después de más de siete años de crisis económica Europa tiene que reaccionar y coordinar todas las fuerzas de las distintas instituciones para iniciar la reactivación económica: Juncker ha lanzado un plan de inversión público privado por importe de 300.000 millones de euros; el Banco Central Europeo y su presidente Draghi están a punto de acordar un programa de compra de deuda para empujar e impulsar a la economía europea; Berlín empieza a comprender que la austeridad no ha dado los resultados esperados y Francia e Italia han puesto en marcha incipientes políticas de reformas económicas, a cambio de una mayor flexibilidad fiscal, más tiempo para aplicar el objetivo de dejar el déficit público por debajo del 3 %. Algo es algo y la UE empieza a moverse. Todas estas medidas hacen pensar que el 2015 sea un año en el que la UE y sus instituciones tomaron conciencia de la necesidad de implementar iniciativas para salir de la crisis. Este nuevo consenso consite en combinar, en pequeñas dosis, políticas de demanda y políticas de oferta; estímulos y reformas. El descenso del precio del petróleo y la devaluación del euro frente al dólar, sin duda, ayudará, decisivamente, a impulsar la reactivación de la economía de la UE.
La incipiente recuperación, iniciada a nivel nacional, se verá reflejada en Andalucía. Este crecimiento oscilará entre el 1,3% y el 1,8% en el 2014 y 2015 respectivamente como señala el Informe de Situación de Andalucía del BBVA. Los factores que impulsan la recuperación a medio plazo son las reformas estructurales, especialmente las centradas en la creación de empleo de calidad; el cambio de modelo productivo; orientación hacia las exportaciones; los menores requerimientos de consolidación fiscal; una política monetaria más expansiva y la absorción de los desequilibrios son fundamentales para que la reactivación económica siga consolidándose.
Podemos afirmar que el avance en términos de empleo y renta experimentados por Andalucía en las dos últimas décadas ha sido muy notable. La estructura económica, sin embargo, ha estado muy ligada a sectores tradicionales como la construcción y el turismo y ello la hace especialmente sensible al cambio de ciclo económico como hemos podido comprobar en estos últimos siete años de crisis. El ingente esfuerzo realizado por Andalucía en las dos últimas décadas tiene que implementarse con una mayor intensidad para conseguir aumentar el tejido productivo y su productividad. En una región más pequeña la presencia de tales ingredientes bastaría para situarla entre las primeras de Europa, pero en Andalucía debido a su extensión, a una población muy elevada y su extenso tejido de pymes de reducida escala, han hecho que su crecimiento sea menor.
Implementar y extender por todo el territorio y su tejido productivo las actuaciones realizadas es la garantía de éxito como región avanzada y el mejor escenario posible para el futuro. Todos los elementos necesarios para ello están ya en Andalucía, pero su presencia y escala debe ser mayor y su expresión, más equilibrada en el territorio.
Juan Rodríguez García
Catedrático de Escuela Universitaria (UCA)