"El idioma vertebra la mente".

Es frecuente, sobre todo en el lenguaje de políticos y periodistas bisoños, toparse con circunloquios absolutamente gratuitos, propios de una retórica próxima a la tautología (repetición del mismo pensamiento expuesto de varias maneras), lo cual, además de producir expresiones hueras y manidas, denota carencia de formas de comunicar el pensamiento. Es probable que ello sea consecuencia de la pugna profesional por singularizarse; también de la falta de tiempo – lo urgente se antepone a lo necesario – para perfeccionar la herramienta que todos utilizamos, el idioma, hoy en fase de "extrema labilidad", en palabras de un ilustre lingüista.

La expresión que da título al comentario de  hoy se introduce en nuestra lengua por vía del inglés ("The holidays are practically over"), pero también del francés ("L'arithmétique est pratiquement indispensable à tous"). Hasta aquí, nada que objetar, puesto que los adverbios, como se sabe, modifican verbos y adjetivos. Pero los 'innovadores' van más allá y descubren que un sustantivo abstracto – la totalidad – suena más chic, que diría un esnob, y acuñan aquello de "la totalidad de los asistentes", desdeñando el plebeyo 'todos'; prosiguen con "la casi totalidad", hasta concluir, satisfechos, en "la práctica totalidad", obviando el llano 'casi todos'. Puestos a inventar, ¿por qué no una teórica totalidad?, dado que, como bien decía el añorado Lázaro Carreter, "los adjetivos práctico y teórico son siameses", no pueden funcionar el uno sin la ausente presencia del otro, como lo demuestra la existencia de ciencias teóricas, en oposición a las prácticas.

La retórica tautológica es pródiga en expresiones que han hecho fortuna, al igual que su pariente próximo, el tópico o lugar común, recursos lícitos, por supuesto, pero que, a fuerza de repetirse, quedan devaluados. Esa es, al menos, la sensación que producen expresiones tales como "una reforma laboral de gran calado"; "la solución que se perfila como la más adecuada"; "alcanzar cotas de competividad"; las encomiásticas "brillante epílogo", "broche de oro", "digno colofón", o esta otra, en la que el verbo nos conduce fatalmente a la sección de necrológicas: ·"El finado supo granjearse el afecto de cuantos le trataron".

El lenguaje tautológico, como es sabido, abunda en frases salpicadas de contradicciones y redundancias: "acontecimientos consuetudinarios"; "requisitos indispensables"; "leyes vigentes en la actualidad"; "víctimas inocentes"; "primicia exclusiva"; "catástrofe humanitaria"; "profundo abismo"… Las hay también ampulosas: "tenemos la voluntad de" (queremos); "vivir una experiencia en primera persona" (en persona); "palabras que vehiculan el lenguaje" (transmiten); "nueva singladura" (etapa); "climatología adversa" (meteorología); "crecimiento negativo" (retroceso); "tener inicio" (comenzar); "minoración de ingresos" (disminución); más óptimo; muy fundamental… Una emisora nacional, al comentar el desarrollo de un juicio de cierta resonancia pública, afirmaba que "el juez denotaba mucha imparcialidad", en tanto que otros hablaban de "falta de parcialidad".

Son frecuentes los lapsus, incluso en personas de relevancia académica, como aquel vicerrector de universidad que dijo que "no era posible inculcar (imbuir una cosa en el ánimo de otro) la ley"; evidentemente, pensaba en conculcar (vulnerar; infringir). O aquel ex ministro, de elocución brillante e ideas claras, a quien se le escaparon "devolvido" (por dos veces) y "dificultad de restaurar las heridas". En un programa radiofónico, un contertulio (ahora se les llama tertulianos) aludía a la conveniencia de cubrir en ciertos lienzos "las partes pudientes". Y, para terminar (¿o mejor, finalizar?), un ejemplo de falta de concordancia de tiempos verbales, algo a lo que cada vez menos -incluidos algunos "enseñantes" – se concede importancia. La noticia en cuestión decía así: "Los agentes antidopaje eligieron a ocho jugadores para tomarles muestras de sangre y orina y comprobar si han consumido algún tipo de sustancia prohibida". Puede que alguien, al leer esto, piense: ¿Qué más da, si se entiende? Y esto sí que sería un mal síntoma.