Sin título-2La periodista se mete en ‘Nosotras que lo quisimos todo’ en la piel de Beatriz, directora de Compras en una multinacional de lencería, que recibe una oferta profesional. Si no estuviera casada y con dos hijos, habría contestado de inmediato, pero el ascenso implica irse a Hong Kong. Beatriz comienza una investigación sobre la conciliación de la vida personal y laboral para ser capaz de tomar una decisión. 

Agenda de la Empresa: ¿Por qué has elegido este título?

Sonsoles Ónega: Porque resume en cinco palabras el sentimiento de muchas mujeres de mi generación que fueron educadas para tener una carrera profesional sin renunciar a la vida personal. Y ahora nos damos cuenta de las dificultades, de que existen un millón de barreras, algunas visibles y otras transparentes, que nos hacen muy complicado hacerlo todo y todo bien.

A.E.: ¿Qué es el sentimiento de culpa?

S.O.: El sentimiento que tiene la protagonista lo hago mío en un 90% de intensidad y desde luego en situaciones en las que esa culpa te asalta. Se trata de un sentimiento femenino porque no conozco a ningún hombre que se sienta culpable por trabajar. En cambio, nosotras nos sentimos culpables cuando salimos de casa por la mañana y dejamos a nuestros niños, o cuando llegamos tarde y ya están dormidos y si estás en el trabajo y te vas un poco antes porque tienes alguna obligación familiar, también te sientes culpable con el trabajo. Por ello, es un sentimiento y una sensación que tenemos que domesticar nosotras. Pero hagámoslo, porque en muchas ocasiones la culpa se hace insoportable y obliga en muchos casos a muchas y muchas mujeres a tirar la toalla porque no les compensa seguir peleando en este mundo hecho por hombres con reglas del juego diseñadas por los hombres.

A.E.: ¿Cómo ves la evolución del hombre?

S.O.: Creo que la mujer ha evolucionado muchísimo, ha alcanzado niveles de formación, de capacidad… absolutamente equiparables a la de los hombres pero, en cambio, ellos no han cambiado la forma de ser y estar en el mundo, entre otras cosas porque la sociedad no se lo ha demandado y seguramente porque nosotras, y aquí hago una autocrítica, tampoco lo hemos exigido. Nosotras cada vez más necesitamos que los hombres estén más implicados, que sientan que cuando forman una familia es responsabilidad de los dos y que no solo puede pivotar sobre la mujer porque eso es una piedra más en la mochila que nos hace correr más despacio. De esta forma la que llega a la meta, cualquiera que sea, lo hace exhausta y cansada.

A.E.: ¿Cómo afronta todo esto la mujer?

S.O.: Nuestras madres se preocuparon de que fuéramos muy independientes profesionalmente porque tener un trabajo te da independencia de la billetera del hombre, pero no nos alertaron lo suficiente sobre esas otras querencias que teníamos que cambiar dentro de nuestras casas. La protagonista habla con una socióloga, Teresa Torns. Cuando la llamó a través de mí, le dije que estaba escribiendo una novela sobre el timo de la mujer trabajadora y ella me dijo: “perdona, no os avisamos lo suficiente”. No nos advirtieron de que oye, tenéis que hacerlo, no os queremos restar ni un ápice de vuestras ganas, pero la sociedad no ha cambiado tanto, ojo con eso. Tenemos por tanto todo el derecho del mundo a sentirnos estupefactas por lo lento que avanza todo: las estructuras empresariales, las sociales, las medidas están anticuadas… al final es un timo a los hombres y a las mujeres.

A.E.: ¿Cómo ves el papel del Gobierno en todo esto?

S.O.: Creo que los gobiernos hacen sus esfuerzos redactando leyes que en cierto modo sobre el papel establecen una igualdad real, medidas que ellos entienden que ayudan a conciliar y a liberar a las mujeres de ciertas cargas para que puedan llegar, pero en este caso el papel es insuficiente. Creo que los gobiernos y las empresas tienen que escuchar más a las mujeres y que sepan realmente qué necesidades reales tenemos para poder hacerlo todo y todo bien como se nos exige.

A.E.: ¿Las empresas están dispuestas al cambio?

S.O.: Creo que hoy por hoy todavía el caldo de cultivo necesita que bulla, hacer efervescencia y que exista más implicación, pero creo que aún no está en la agenda, ni de los políticos ni de los empresarios. El año pasado en el Congreso de los Diputados, una subcomisión hizo un informe en el que hablaba de todo esto. Recomendaba adelantar el prime time, racionalizar horarios, flexibilizar los horarios, ¿dónde está ese resultado en la práctica? En algún cajón y el informe se hizo. A veces hay sensibilidad política, pero si no se traduce en medidas reales no sirve para nada.

A.E.: En el libro, la protagonista tiene la oportunidad de hablar con Maria Emilia Casas, la primera presidenta del Tribunal Constitucional, ¿cómo fue la experiencia?

S.O.: Conozco un poco de cerca el mundo del derecho y me parece que es un mundo donde las mujeres llegaron muy tarde, tan tarde que la primera mujer magistrada de este país, Josefina Triguero, aún no se ha jubilado. El mundo del derecho me parece un mundo donde la mujer ha estado especialmente maltratada, donde le ha costado muchísimo llegar y porque la conocía y sabía que había hecho cosas desde su posición de poder, me interesaba mucho saber cuál era su historia. Ella al final me reconocía que había podido hacerlo todo porque su madre quiso, porque su abuela quiso y porque su marido quiso. Al final son alianzas que vas tejiendo a lo largo de tu vida, pero sobre todo hay una madre que quiere que lo hagas y un marido que entiende que tú no te vas a quedar en casa planchando camisas. Todo es muy complicado.

A.E.: ¿Te consideras una mujer emprendedora?

S.O.: La verdad es que sí porque a mí nadie me ha pedido un libro. De hecho, he tardado dos años en hacerlo porque tenía claro que no iba a robar minutos a mis hijos; mi trabajo como periodista sí, pero como escritora no. De hecho, lo he escrito por las noches y no los fines de semana. Además, en ese momento sólo estábamos yo, mi ordenador y una conexión wifi.

 

Inmaculada Sánchez