"Existe una causa específica que hace a la lengua inglesa a veces poco asequible a los seres de lengua materna hispánica" (S. de Madariaga)

La anglomanía parlante, que parece cautivar a tantos 'comunicadores', es una de las causas por la que muchos se muestran reacios a utilizar, tal vez por mera ignorancia o por pereza, el equivalente castellano, llevados por la idea, en mi opinión, errónea, de que el mensaje se traslada con mayor precisión si, pongamos por caso, decimos standing – alto standing -, off the record, broker, disc jockey o handicap. Para muchos aficionados a la traducción, las dificultades del inglés ya no existen: cuando surge una palabra que ofrezca la menor dificultad, la vierten directamente al castellano, sin más.

Como era de suponer, el tema de la crisis financiera no podía escapar a esta moda. Día sí día no artículos y comentarios inundan la prensa  con análisis suscritos por economistas solventes, muchos de los cuales coinciden en comparar la angustiosa situación actual – leemos en grandes titulares – con los "crack financieros de Wall Street". Y es aquí, desde el punto de vista estrictamente lingüístico, donde surgen las discrepancias en torno a crack, palabra que no aparece en el diccionario inglés en el contexto arriba citado, como puede comprobarse en los siguientes ejemplos, extraídos de diversas publicaciones: "The great crash on Wall Street in 1929 ruined international trade"; "The crash of New York Stock Exchange"; "the Depression: period of poverty and unemployement in the USA following the Wall Street Crash of 1929". A mayor abundamiento,  los diccionarios de falsos amigos  – palabras que, pese a su parecido morfológico con otras palabras españolas, no pueden traducirse literalmente – nos advierten de que crack no equivale a bankruptcy o crash.

En su 'Diccionario de dificultades del inglés', Alfonso Torrents nos aclara que crash, voz onomatopéyica del ruido producido por una cosa al romperse o al chocar con otra, significa además 'choque', 'colisión', 'encontronazo', 'impacto' (car crash, crash landing) y, en su acepción comercial y financiera: a sudden collapse of a business enterprise ('ruina', 'bancarrota' o 'quiebra' de una empresa) y, por extensión – a sudden general collapse of the stock market. – 'crisis económica' o 'crash bursátil'. De hecho, un periódico de tirada nacional nos alertaba de "las consecuencias que acarreará a las economías occidentales el reciente crash universal de los mercados de valores".

Sin embargo, no existe unanimidad en cuanto  al uso alternativo de crack o crac, también utilizados, para referirse a 'desastre financiero, quiebra o bancarrota', todo ello sin olvidar que crack (debe escribirse 'crac') es una droga derivada de la cocaína y, en su tercera acepción, 'deportista o artista de extraordinaria calidad', es decir, fuera de serie, as, fenómeno ("Diccionario panhispánico de dudas"). En cualquier caso, la lengua española tiene recursos suficientes para expresar  las situaciones antes descritas: desplome acusado de las cotizaciones en el mercado, caída (estrepitosa, en picado) de la bolsa, hundimiento, derrumbamiento bursátil o quiebra financiera.

Al manifestar estas discrepancias, somos conscientes de ser tachados de puristas del idioma, y también de lo que se ha dicho del purismo y su falta de porvenir. Somos puristas a conciencia, en el sentido de oponernos firmemente -suscribiendo las tesis de ilustres lingüistas – a la admisión de todo neologismo que no sea absolutamente necesario. Y somos también partidarios de fijar unos ideales muy altos, que luego la realidad ya se encargará de rebajar. Por ello, cuanto más elevadas sean nuestras normas lingüísticas de partida, mejor resistiremos los embates de la degradación general del castellano. De ahí la necesidad de realizar cuantos malabarismos sean necesarios para encontrar unas soluciones de traducción  que se ajusten al genio del idioma español. 

El que fuera catedrático de literatura española en la Universidad de Oxford y prestigioso diplomático e intlectual, Salvador de Madariaga, autor de la cita que introduce el presente artículo, concluye diciendo que "el no inglés se pierde sin un buen piloto que lo guíe para penetrar en la bahía secreta del vocablo o de la frase: porque todo o casi todo es alusión a lo que en Inglaterra todo el mundo sabe, pero fuera no".