Era plebeyo. Más bien rechoncho. Mal vestido y su profesión no auguraba un olor corporal fresco, precisamente.

Aún así, Mario tenía ese nosequé que hizo caer rendidos a sus pies no solo a la realeza, sino a una industria al completo y tres generaciones de aficionados a ese nuevo hobby de nombre tan ochentero como “ocio electrónico”.

Super MarioLo que está claro es que ese algo no era labia (Mario apenas ha pronunciado más de tres frases en 30 años, ni una con subordinadas). Sería su talante soñador, su lealtad, quizás su valentía. O lo más evidente: su extremada sencillez.

310 millones de videojuegos vendidos después, y reconocimientos internacionales a su valor cultural como el BAFTA o el Príncipe de Asturias, Super Mario llega este domingo, 13 de septiembre, a la treintena sin canas ni arrugas. Faltaría más.

Mario le debe la vida a Popeye. Todo empezó a finales de los setenta, cuando Nintendo ficha a un jovencísimo Shigeru Miyamoto, diseñador industrial y aficionado al manga (dibujos animados japoneses). Al poco de entrar, le encargan su primer proyecto: diseñar una máquina arcade para el público norteamericano. La cosa era fácil porque el protagonista tenía tirón. Y va y Nintendo pierde la licencia de héroe de las espinacas.

La compañía nipona pidió a sus mentes creativas, entre las que deambulaba el todavía inexperto Miyamoto, que le dieran ideas para un videojuego arcade. “Pensé en ideas de juego para que la compañía escogiera la mía”, cuenta Miyamoto. Y efectivamente, su proyecto resultó ser el caballo ganador: Donkey Kong, que salió a la venta en 1981.

Su protagonista, Jumpman (o Mr. Video Game, como le llamaba Miyamoto), un carpintero fofisano y bigotudo, debía salvar a su amada Pauline de las garras de un feroz gorila, Donkey Kong. La recreativa vendió 60.000 unidades, batiendo solo la primera semana todos los récords de recaudación.

Para 1985 Jumpman se había reciclado. Cambió su nombre por uno más universal, Mario, y la ebanistería por la fontanería. Fueron los empleados de Nintendo of America los que le bautizaron como Mario debido al parecido de Mr. Video Game con el casero del almacén que utilizaban entonces.

Pero Mario estaba solo. Y no fue hasta el juego arcade Mario Bros. cuando por fin se sintió acompañado. El caso es que parece que Luigi haya salido de la costilla de Mario. No es para menos: en japonés, “Luigi” se pronuncia prácticamente igual que la palabra nipona “similar”.