Observar al otro o escudriñar en las vidas ajenas es de mal gusto. Sin embargo, la tentación nos puede a veces. El hecho de entrar en la intimidad o conocer algo prohibido es razón suficiente para desatar en nosotros un verdadero deseo… es el morbo.

El morbo es algo que nos atrae como un imán cuando vemos algo prohibido. Detenerse en la carretera para ver un accidente de tráfico, pasar miedo con una película de terror o empaparse de las intimidades en un programa de televisión como Gran Hermano son cosas que producen morbo.

Lo morboso ha tomado, incluso, un lugar propio en el arte contemporáneo. Un ejemplo de eso fue la controvertida exposición "Sensation" en la que un grupo de artistas británicos exhibía obras tales como una vaca partida por la mitad o el busto del artista realizado con su propia sangre congelada. Otro ejemplo: meses antes de que el programa de televisión Gran Hermano llegara a las pantallas, una artista vivió durante un mes en una casa de vidrio a la vista del público en Santiago de Chile.

El morbo vende. Está en la raíz de cualquier tipo de prensa; en la calle, en la familia y en la empresa. Según el diccionario, es un sentimiento de atracción hacia lo cruel, lo desagradable o lo prohibido, aunque en su segunda acepción lo menciona como enfermedad.

En un principio surgió la telenovela, hija de la novela rosa, del melodrama radiofónico que hacía llorar a las almas más sensibles. Luego aparece el Reality Show, de origen anglosajón, que saca audiencia entre el público de las telenovelas, porque los dramas que cuentan tienen el aliciente de lo auténtico.

Una derivación del reality show lleva al Gran Hermano, que es la vida real, son sus amores y desamores, pasiones y odios hecho espectáculo y cuya garantía de autenticidad está en que el telespectador lo ve en el momento de producirse. En realidad, Gran Hermano no deja de ser una falacia, porque no se trata de algo espontáneo, sino de un concurso al que los participantes van para ganar; pero para la gente significa espiar vidas ajenas.

En los años sesenta, el filósofo francés Guy Deborde publicó un libro clásico, "La sociedad del espectáculo", en el que explicaba cómo en la sociedad moderna todo se ha convertido en espectáculo: el estado-espectáculo, los rituales litúrgicos-espectáculo, etc. Incluso, de acuerdo con los parámetros de las industrias culturales, aquello que no es espectáculo no tiene probabilidad de éxito en los medios.

No es nuevo en la condición humana. En la antigüedad hubo aún más morbo, porque la ignorancia es su caldo de cultivo. Se vivía en un mundo de miedo permanente a todo: a la naturaleza, a los animales, a los otros humanos… Y como no había explicación para nada, todo tenía una connotación morbosa: el sexo, la vida, la muerte, la deformación, la enfermedad, los monstruos, los dragones o las brujas, los espíritus y los endemoniados. Hasta los cuentos infantiles hablan de miedo. Los Hermanos Green recopilaron cuentos populares de tradición oral como "El Sastrecillo Valiente" o "Hansel y Gretel" que contenían escenas terroríficas.

Hoy el morbo es mediático y universal. Basta apretar un botón. De hecho, millones de personas observan en la pantalla las peleas entre personajes mediáticos cuyo objetivo es conseguir que el invitado llore delante de la cámara. El morbo está de moda por razones económicas. La gente lo usa para llegar a más, triunfar, subir. Un ciudadano medio pasa ocho horas frente a la pantalla del televisor o Internet. El placer de espiar a los demás se ha comercializado. Todos somos espectáculo, incluso, sin quererlo.