Juan es un chico sudamericano de 16 años que se ha conectado a internet hackeando una cacerola y enganchándose a una red WiFi de la provincia vecina.

Probablemente esto último fue lo más sencillo para Juan, ¿qué supone forrar una cacerola con papel aluminio y unos alambres conectados a un bus de datos de 2v cuando has tenido que construir el ordenador con piezas desechadas durante meses? Ensamblarlo, probarlo, instalar un sistema operativo y conectarte a la red en medio de sudamerica,… probablemente Juan estaba bastante harto de rebuscar la basura.

La abuela de Juan ese día no puso la olla en la mesa, tampoco se lo recriminó, no hay nada que poner dentro. Juan ha convertido esa olla vacía en la caña que los países "primer mundistas" no envían a los países en desarrollo, la familia de Juan otra vez ha vuelto a pasar hambre en la región de la república dominicana.

A Juan los amigos le hablan de la Europa de las maravillas y del trabajo, sobre todo del trabajo. Para Juan, ni para todo su clan, la esperanza no está en el norte, en una patera, ni en Estados Unidos, el futuro está en él mismo, en su capacidad para poder ensamblar otro ordenador, y otro, y otro más.

El futuro está en enseñar a los suyos a construir muchos más, en conectarse a la red, conseguir información, alfabetizarse, en tener la misma oportunidad tecnológica que "todo el mundo".

Juan, su cacerola, y la mala gestión de los residuos a la que parece estar condenado el futuro, han hecho posible que Juan pueda acceder a la información. El acceso a dicha información debería ser libre y universal.

Desgraciada e hipócritame1nte no es así. Juan es el hacker de su tribu, ha ejercido como tal, es el ciber-chamán, Juan ha liberalizado la información ofreciendo el acceso a ella.