Un tópico demagógico: “hay que trabajar para vivir y no vivir para trabajar”. Sin duda lo dijo alguien a quien no le gustaba mucho su trabajo. Otro: “si sigues así vas a ser el más rico del cementerio”. Probablemente dicho por alguien muy materialista que tacha a otro de materialista. Más todavía: “tú eres adicto al trabajo, estás enfermo. Deberías ir al psicólogo”. Consejo dado por un listillo que está convencido de que el trabajo produce cáncer.

A veces hacemos aseveraciones como si se tratasen del “veredicto” de un experto en el tema, aunque no se disponga de información suficiente. Y lo peor es que tales afirmaciones se defienden como ‘verdades absolutas’ porque, en estas conversaciones de barra de bar no importa la profundidad del pensamiento que se transmite, sino la superficialidad de los tópicos transmitidos de generación en generación.

Por tanto, no es de extrañar que después de haber leído en la prensa o escuchado en las noticias acerca de la adicción al trabajo, encontremos a estos ‘jueces de corrillo’ acusando de adicto a todo aquel que se siente motivado o satisfecho en su puesto laboral.

Más sangrante es el caso típico, que ya se ha convertido en un tópico, del empresario (o empresaria) que se implica enteramente en su labor directiva, sacrificando parte de su tiempo libre para sacar la empresa adelante. Sí, ese ejecutivo (o ejecutiva) que vive estresado tratando de desarrollar su cometido lo mejor posible y soñando con que un día logrará consolidar su empresa y dedicarse a su familia y a él mismo. Sí, ese (o esa) que trabaja para ofrecer una calidad de vida y un futuro digno para su familia. La misma familia que, después de haber visto en la tele una película de ‘ejecutivos agresivos’, le acusa de adicto al trabajo.

¡Ojo! No estamos diciendo que no exista tal patología; que sí existe. Pero, por favor, dejemos que sean los especialistas en la materia los que se encarguen de diagnosticarla. No lleguemos a esa situación contradictoria, que a más de uno le resultará familiar, en la que es la propia pareja quien por una parte exige mayor calidad de vida (económica) y por otra más dedicación en exclusiva. Difícil dicotomía.

Pero, sin duda, las que peor lo tienen son las empresarias. ¿Quién de ellas no ha sido acusada de ‘abandonar a sus hijos’ creándoles un cargo de conciencia que ha llevado a muchas a renunciar a un futuro prometedor?. La buena noticia es que los expertos han demostrado que para lograr una familia sana y equilibrada emocionalmente no se requiere más cantidad, sino más calidad en el tiempo que le dedicamos.

Más demagogia barata: “yo no quiero más riqueza, me conformo contigo, pan y cebolla”. Es muy bonito para escucharlo en una película rosa, pero la realidad de la sociedad occidental (donde se edita Agenda de la Empresa, por cierto) es otra. Sobre todo cuando, aproximadamente a partir de los cinco años de vida en pareja, el enamoramiento se va convirtiendo poco a poco en cariño y ya no existe la misma fogosidad del principio. Sí, esa situación en la que no puedes vivir sin tu pareja pero ya no te ‘llama tanto la atención’ y, sin embargo, se te van los ojos detrás de otr@s por la calle. ¿Cómo? ¿Que a usted no le ocurre? Venga a mi consulta y lo hablamos en privado, bajo secreto de confesión. Que no lo admitamos no significa que no sean ciertas las conclusiones a las que han llegado los psicobiólogos que investigan estos temas.

Lo más gracioso es cuando, los ‘pseudopsicólogos’ que colocan la etiqueta de adicto, ponen como ejemplo a grandes genios y personajes consagrados diciendo: “Mira, estos sí que han sabido triunfar”, sin tener ni idea de lo ‘puñetero’ que era Einstein, o lo ‘caprichoso’ que era Picasso o lo que Freud hizo pasar a su familia; por poner algunos ejemplos de todos conocidos.

Lo cierto es que para triunfar en el mundo empresarial no basta con estar suficientemente formado, poseer grandes dotes de Inteligencia Emocional y tener buena visión de futuro; además es necesaria la comprensión y el apoyo de los que le rodean. Dediquemos, pues, ‘tiempo de calidad’ a los nuestros y hagamos que entiendan que las horas extras no siempre significan adicción al trabajo.

Una última reflexión: Piense en la afición o hobby que más le atraiga. Pasaría la mayor parte del tiempo haciéndolo ¿Verdad? Pues ahora imagine que además le pagan por ello. ¡Alucinante! ¿No? Pues así se sienten quienes hacen un trabajo que les gusta.

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