Anécdotas aparte, como las rupturas de protocolo de Michelle Obama o la enésima protesta violenta de los anti-globailización, la reunión del G-20 en Londres ha dado mucho de sí informativamente. Aunque finalmente los acuerdos tomados inclinan más la balanza a lo que se proponía desde Downing Street y la Casa Blanca, parece ser que los que tenían teorías opuestas en un principio, como Francia o Alemania, han sellado de buen grado su compromiso con el G-20.

 

Acabar con los paraísos fiscales ha sido la medida más valiente que se ha tomado en este encuentro de líderes mundiales. El secreto bancario es uno de los escudos tras los que se cobijaban en el pasado los mismos que han provocado la caída mundial de la economía y los mismos que han creado esos famosos “agujeros” haciendo desaparecer casi por arte de magia miles de millones de euros. Fechas atrás, muchos de los denominados “paraísos fiscales” han anunciado que dejarán de serlo, como por ejemplo Suiza, que se ha comprometido a luchar contra el fraude fiscal.

 

El establecimiento de medidas de control que impidan el libre albedrío también ha sido otro de los puntos calientes de esta reunión. Finalmente, Francia y Alemania consiguieron que se estableciera un compromiso para regular los fondos de alto riesgo (los famosos hedge funds) y a crear un código de buenas prácticas para los directivos, con el fin de que tomen decisiones menos arriesgadas. Para regular el sistema financiero también se ha acordado la creación de un nuevo organismo internacional, el Consejo de Estabilidad Financiera.

 

No obstante, la cumbre de Londres no ha supuesto ninguna “revolución”, sino que ha tenido un marcado carácter continuista. Al fin y al cabo se ha optado por hacer lo que los gobiernos y bancos centrales vienen haciendo desde hace unos meses: inyectar capital, en concreto el G20 se ha comprometido a reforzar el Fondo Monetario Internacional aportando 500.000 millones de dólares más. El principal objetivo de esta medida es mejorar la liquidez de países en desarrollo, quienes también tendrán más voz a partir de 2011, cuando el organismo se reestructure.

 

A Rodríguez Zapatero la cita le vino grande y sus nervios y un discurso vacuo y que parecía poco preparado para lo importante de la cita han puesto en entredicho que España sigua acudiendo a estas cumbres como invitada. A ello hay que sumar su escaso dominio de la lengua de Shakespeare, algo que no le vendría mal mejorar si de verdad España aspira a estar en la Champions League.

 

Queda por ver si toda esta declaración de intenciones pasa a los libros de historia como un punto de inflexión que ha marcado el principio del final de la crisis subprime, o bien queda simplemente en eso, en intenciones pero no en actuaciones. Por lo pronto, las bolsas de todo el planeta reaccionaron bien, lo que significa que los mercados confían (por ahora) en los acuerdos tomados.