Es cosa sabida que la afición a la música -como a la lectura- deben inculcarse en el seno familiar a edades tempranas, antes de que el contagio con una sociedad adepta a la telebasura, a la zafiedad y a la cultura de la electrónica en cualesquiera de sus múltiples variantes y manifestaciones haya tenido la oportunidad de instalarse en la mente del adolescente, suplantando a los grandes valores humanísticos. Cuando el niño escucha música en el hogar u observa a los padres leer un libro, se genera una curiosidad espontánea que confiere carácter consuetudinario a una actividad de ocio, pero también de cultura que harán de excipiente idóneo en la formación intelectual del individuo.

ROSS3Es por ello por lo que hay que felicitar a los centros docentes que estimulan y ponen en marcha iniciativas en las que los alumnos se transforman en actores de esta interesantísima experiencia educativa. Es el caso de los colegios de San Francisco de Paula (de larga tradición melómana, con sus ‘sabatinas’ de antaño y su prestigiosa Escuela de Música), Santa Joaquina de Vedruna y Cristóbal Colón, protagonistas de una nueva edición de “Adopta a un músico”, celebrada en el Teatro de la Maestranza. Para ello, cuentan con profesores de vocación indiscutida, a los que se añaden la colaboración de la excelente narradora Ana Hernández-Sanchiz (no todo el mundo reúne los requisitos actorales y expresivos para ello), así como del joven director Jerome Ireland al frente la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, siempre dispuesta a colaborar en pro de la difusión de la música.

En el programa, Pedro y el lobo, cuento musical para narrador y orquesta, Op.67, de Serguéi Prokófiev, amable farsa, ora orgiástica, ora espiritualmente cáustica y trepidante, “con abandonos de un sabor nativo” (G.Pannain). El carácter de ilustración figurativa, dada la procedencia fílmica de la partitura -fría en apariencia, pero también fascinante- no hace olvidar el elemento musical. ¡Gran matinal!

 

Miguel Fernández de los Ronderos