No quisiera convertir este artículo en otro recopilatorio de definiciones, pero para aquellos que todavía no se hayan cruzado con este término, y a fin de ubicarnos, explicaremos que por Industria 4.0 se entiende aquella industria en la que gracias a la integración de múltiples sensores que captan todos los datos relevantes de un proceso de fabricación, a la interconexión a la red de todos estos sensores y de las diferentes máquinas involucradas, y al procesamiento de toda esta enorme cantidad de datos y aquellos otros que constituyen inputs para dicho proceso, se controla cada elemento de la línea de fabricación a través de instrucciones específicas orientadas a la optimización y a la adaptación en tiempo real de la producción a las necesidades de la demanda. Es lo que también se ha venido a llamar la fábrica inteligente.

Como socio-director de una ingeniería en la que diseñamos múltiples productos y activos industriales (buques completos, piezas y sistemas de avión, plantas industriales y de producción de energía, infraestructuras de transporte, etc.) llevo tiempo en contacto con las últimas técnicas y herramientas informáticas de cálculo, diseño y fabricación. Sin duda, éstas han mejorado mucho en los últimos veinte años, y los procesos de fabricación y/o construcción a los que sirven, también. Se resuelven con mayor rapidez problemas cada vez más complejos, las interfaces gráficas son cada vez más potentes, las herramientas de comunicación, gestión y trabajo colaborativo son cada vez más eficaces. Pero me atrevería a decir que el proceso de trabajo, al menos en muchos sectores de la industria, no ha cambiado sustancialmente.

Francisco Cuervas1Sigue básicamente la misma lógica secuencial en la que el intercambio de información entre los diferentes actores y etapas del proceso se realiza en unas líneas de frontera bien definidas. Es como si comparamos cómo conducimos hoy y cómo conducíamos hace veinte años. Nada tienen que ver los coches de hoy con los de entonces, ni las carreteras, ni los mapas… Pero el acto de conducir sigue siendo esencialmente el mismo, salvo quizás por el uso generalizado del GPS, a quien confiamos en muchos casos nuestra orientación.

Pues bien, lo que cabe esperar en la transformación de las fábricas hacia la industria 4.0 es equivalente, en cuanto a su nivel de disrupción, a lo que ocurrirá en el mundo del transporte cuando los coches sean capaces de conducir solos. No sólo será más rápido, o más cómodo, o más seguro. Será un proceso diferente, donde posiblemente hasta el hecho de tener un coche en propiedad se vea cuestionado, donde no sea necesario preocuparse por el aparcamiento, porque el vehículo lo buscará solo, o aprovechará para repostar, o sencillamente atenderá a otro usuario mientras nosotros trabajamos o hacemos nuestras compras. Será otra cosa.

Pues igualmente, la transformación en la industria no vendrá de que las máquinas implicadas sean cada vez mejores, que por supuesto lo serán, sino del afloramiento de una riada de datos desde todos los puntos del proceso, de la capacidad de convertir todos esos datos en información útil en tiempo real, y de tomar decisiones y actuar en consecuencia sobre cada elemento involucrado en la fabricación. Ese intercambio masivo de datos de un extremo a otro del proceso permitirá transformarlo, romperlo, establecer puentes causa-efecto entre puntos que antes estaban distantes.

La fábrica será capaz de adaptar sus máquinas de manera dinámica siguiendo una demanda cambiante, será capaz de pedir directamente los materiales y consumibles que necesite a un proveedor que a la vez tendrá una fábrica inteligente y conectada con sus clientes. La fábrica nos dirá cuándo necesita mantenimiento, incluso dándonos instrucciones claras y específicas sobre como repararse. El proceso no tendrá la misma profundidad ni velocidad de implantación en todos los sectores. No será lo mismo en los casos de fabricación de productos en serie (aun cuando admitan múltiples configuraciones) que en los de fabricación de grandes activos industriales únicos (por ejemplo, la construcción de un barco en un astillero 4.0).

Pero en todos los casos el proceso se transformará. Algunas etapas se alargarán, absorbiendo a otras, otras se acortarán o simplemente desaparecerán, y además surgirán otras nuevas. Lo que no cabe la menor duda es que más pronto que tarde, todo lo que pueda ser automatizado y conectado, lo será. Toda la cadena de suministro se verá alterada. Se externalizarán cosas que hoy se hacen dentro de la fábrica, y viceversa, se integrarán cosas que hoy vienen provistas desde fuera. Así pues, a todos los que de una u otra forma participamos en un proceso industrial susceptible de evolucionar hacia esta llamada Industria 4.0, nos conviene levantar la vista y empezar a imaginar cómo nos va a afectar esta transformación. Aun cuando pueda parecer un escenario amenazante, surgirán oportunidades, como siempre que aparecen dificultades. La cuestión es darnos cuenta de dónde están y reaccionar con anticipación, para tratar de convertir la dificultad en oportunidad.

 

Francisco Cuervas

Director General de GHENOVA Ingeniería, S.L.