Basada en un texto de André Gide -un nombre que, lamentablemente, dice poco a nada en estos tiempos de intelectualidad light– el Teatro de la Maestranza, en colaboración con el Teatro Massimo de Palermo cierra la temporada con “El rey Candaulo” (1935), una ópera que su autor, Alexander von Zemlinsky, nunca pudo ver en escena.

jiopuhEstrenada varias décadas después, hay en ella -pese a la estrecha vinculación de su autor con Schoenberg- escasas dosis de dodecafonismo. En cualquier caso, Zemlinsky, “uno de los grandes orquestadores del siglo XX”, en opinión de Pedro Halffter, no es un desconocido para el público sevillano, que ya había apreciado la belleza de su música en sendas óperas: El enano Una tragedia florentina.

Hay en El rey Candaulo una gran pulsión sexual (se exige un desnudo integral del personaje femenino, Nyssia, esposa del rey Candaulo) que algunos comparan con la Salomé de Richard Strauss y que, en todo caso, explica las razones que impidieron su estreno en los Estados Unidos. Bajo la dirección escénica de Manfred Schweigkofler, “esta ópera pone de manifiesto prácticas sexuales que ahora están basadas en las nuevas tecnologías, capaces de convertir algo inocente en algo extraordinariamente trágico, incluido un episodio de la mal llamada violencia de género”. No faltan tampoco los símbolos: el velo, el anillo … con sus juegos de transparencias.

Además de los protagonistas: el rey Candaulo (Peter Svensson, tenor), el pescador Gyges (Martin Gantner, barítono) y la reina Nyssia (Nicola Beller Carbone, soprano), completan el elenco vocal Damián del Castillo (barítono), Mikel Atxalandabaso y Vicente Ombuena (tenores), esta interesante y original producción cuenta con la participación de la bailarina y coreógrafa Laura Morales que, junto a otras bailarinas, actúan en el banquete y en un sueño que tiene Candaulo, ingredientes todos que auguran el éxito de esta ópera contemporánea en la que Pedro Halffter, al frente de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, reafirma su compromiso, frente al burdo negacionismo de algunos (“Nunca se ha erigido una estatua en honor a un crítico”, afirmaba Sibelius) de situar al Maestranza en la órbita de los grandes coliseos internacionales.

 

 

MFR