Se entiende por innovación todo cambio -no sólo tecnológico-, basado en el conocimiento -no sólo científico- que genera valor -no sólo económico- (Informe COTEC, 2016). La innovación es un concepto, pues, amplio, que da cabida tanto a las empresas como a los centros científicos, como a la sociedad: a las personas. Esta amplitud de significado nos lleva a pensar que cualquier innovación tiene como fin último la mejora social, sea científica, médica, tecnológica o económica.
Es preciso, por tanto, que exista un entorno favorable para el desarrollo de la innovación, espacios en los que se fomente, directa e indirectamente, la inversión en esta materia. En estos espacios deben convivir científicos, tecnólogos, empresarios (consolidados y emprendedores) e incluso estudiantes, de cara a crear un ecosistema que acelere el crecimiento y la internacionalización de cada uno de los proyectos, donde la cooperación entre estos actores sea una constante y donde se potencie el valor del capital humano como recurso indispensable para la mejora de la productividad social y económica.
Los parques científicos y tecnológicos responden a la perfección a estas premisas. No en vano, su desarrollo comenzó en la década de los años 80, movidos por el gran éxito que cosechó el Silicon Valley en EE. UU. En Andalucía, iniciaron su andadura a principio de los años 90 (1993, con Cartuja de Sevilla y PTA de Málaga a la cabeza), si bien su proyección se diseñó años antes.
Hoy día, su existencia es incuestionable. Los sucesivos planes de Investigación, Desarrollo e Innovación de Andalucía (PAIDI) consideran a los PCT una de las fortalezas de Andalucía. Los once parques existentes en la comunidad andaluza aportan infraestructuras de gran calidad, que potencian su productividad a través de la generación de nueva tecnología, transferencia e innovación. Al tiempo, son considerados una oportunidad de futuro, ya que la agrupación de empresas y centros de investigación que albergan propicia nuevos modelos de negocios compatibles con los nuevos recursos que pondrá la Unión Europea a disposición de las empresas.
El impulso a la Sociedad del Conocimiento pasa, necesariamente, por la defensa indiscutible del papel de los PCT como motores de un sistema productivo basado en la innovación, capaz de conectar las empresas con las universidades, con los organismos públicos de investigación.
El papel de las sociedades gestoras de los PCT es por ello indispensable. Como conocedoras de las entidades que le dan vida, dinamizan la relación entre ellas, funcionan como intermediadoras ante los organismos públicos, actúan como enlaces para la captación de financiación, trabajan para la atracción de nuevos proyectos científicos y empresariales y ejercen la labor de motivación para vincular la empresa con el territorio.
El PCT Cartuja cuenta en la actualidad con más de 370 empresas, centros de investigación y de formación (de grado y postgrado). Más de un tercio del suelo del recinto está destinado a actividad científica. Y cada vez son más los espacios destinados a emprendedores, que optan por los PCT tanto por la imagen que les aporta, como por las facilidades de acceso a la información y recursos necesarios para la consolidación de su proyecto.
En los últimos veinte años, mientras se asistía al afianzamiento de la actividad de los PCT, se contemplaba el nacimiento de un fenómeno tan obvio ahora como extravagante entonces: la enorme ventaja de considerar a las empresas del mismo sector que compartían espacio posibles colaboradores, no competidores. La enorme atomización empresarial existente en Andalucía hacía necesario este cambio de mentalidad.
Los PCT no sólo son grandes espacios empresariales aislados, son el germen de un tejido productivo innovador, basado en la necesaria cooperación, en la existencia de redes ordenadas y comprometidas. Son espacios que garantizan el futuro.
Teresa Sáez Carrascosa
Directora General del Parque Científico y Tecnológico Cartuja