Acaban de finalizar las Olimpiadas de Río de Janeiro. Hemos estado dos semanas pegados a la television, trasnochando, viendo casi dos canales a la vez (entre TVE1 y TDP) y aprendiendo sobre deportes que probablemente no volvamos a ver hasta dentro de cuatro años. Pero es cierto que cada vez que los nuestros han conseguido medalla, nos hemos emocionado con ellos y sentido orgullosos. Es el espíritu olímpico: citius, altius, fortius.

Entrevista a Manuel Alejandro Cardenete

Un evento de esta magnitud que suscita tanto seguimiento mediático, patrocinio e inversiones, termina trascendiendo al mundo del deporte y pasa a ser un gran business. No es casualidad que compitan tantas ciudades y países por organizar este evento. Coloca a la ciudad en el mapa del mundo, propicia grandes inversiones en la localidad y su entorno y suele ser un impulso económico que se traslada en el tiempo. Aunque es verdad que no siempre es así. En ocasiones, termina siendo ruinoso para el país organizador -véase el caso de Atenas’04- o todo un logro como fueron las de Barcelona’92, con un antes y un después en la ciudad condal. El caso de Río de Janeiro’16, está por ver, pero no pinta bien. Seguramente, la caída de la economía brasileña se dispare al término del evento.

Pero me voy a centrar en lo que realmente quería reflexionar. Ya tenemos el medallero completado. En las cinco primeras posiciones tenemos -y por este orden- a Estados Unidos, Reino Unido, China, Rusia y Alemania. Si analizamos el ranking de PIB nominal publicado por el Fondo Monetario Internacional para 2016, tenemos en las cinco primeras posiciones -y también por orden- a Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Reino Unido. Vemos dos excepciones a esta regla: Rusia ocupa la posición decimocuarta en terminos de PIB y en cambio la cuarta en el medallero -hay que decir que la forma de conseguir medallas está en “entredicho”-.  La otra excepción es Japón, que ocupa la posición sexta en el ranking olímpico.

Si analizamos España, ha ocupado la posición decimocuarta en el medallero y somos la decimosegunda en cuanto a PIB nominal. Podríamos seguir viendo países y observaríamos como el orden prácticamente te lo da su crecimiento económico.

¿Qué nos hace pensar esto? Pues que el éxito deportivo está muy vinculado a la economía en la que está inmerso el atleta. Según el país en el que naces, puede ser medallista o no. O según el país en el que te nacionalices. Esto escapa a excepciones, pues talento siempre hay en los lugares más insospechados del mundo, pero si no se le ayuda a crecer, será para nada. Este éxito se debe también muy fundamentalmente en la apuesta del sector público en el apoyo a los deportistas. En algunos países, como los Estados Unidos, se encuentra ampliamente complementado por la inversión privada. Pero mayoritariamente, es el sector público quien marca la pauta. Recordemos lo que supuso el plan ADO para las Olimpiadas de Barcelona’92 y que nos disparó en el medallero. Nunca hemos vuelto a esa posición.

Para terminar mi reflexión, dos pinceladas más. La primera hace referencia a nuestras atletas. Han dominado el medallero español. Como ya lo hicieron en Londres’12. Y creo que es una prueba más del avance que en materia de género hemos tenido en nuestro país. Queda mucho por hacer, pero se ha avanzado mucho. No es casualidad.

Y finalmente quisiera hablar de Andalucía. Sólo hemos conseguido una medalla de oro. La de la onubense Carolina Marín en badminton. Es verdad que en algunas de las otras medallas por equipos ha habido representantes andaluces. Incluso algún diploma olímpico individual. Pero un solo oro sobre una población andaluza cercana al 20% de la española, hace que el porcentaje entre la medalla de Carolina y el resto, que es del 14% (1 sobre 7), dé que pensar. Básicamente dos cosas: que nuestra economía no es como la de España -y de hecho no lo es- o que no invertimos lo suficiente en deporte base y alta competición. Iniciamos el ciclo olímpico hasta Tokyo’20. Tenemos cuatro años para arreglarlo.

 

Manuel Alejandro Cardenete

Catedrático de Economía

Vicerrector de Posgrado Universidad Loyola Andalucía

@macarflo