Ando en plena faena rematadora del que será mi tercer libro sobre mi oficio y que en esta ocasión tratará de las tapas, esa costumbre tan de nuestra tierra y de nuestra cultura que, últimamente, se está expandiendo como una mancha de aceite por medio mundo.

También en estos días resuenan los ecos de las primeras impresiones sobre FITUR, la segunda feria mundial de turismo en importancia, en la que cada ciudad, cada autonomía y cada-quien-pueda, se afana en contar las excelencias de su oferta.

En FITUR, por lo que tengo entendido, apenas se contrata, sino que es más bien una cuestión de imagen y de presentación de las futuras novedades de los diferentes destinos. Es una lucha amable, pero sin cuartel, en la que cada cual procura ser más original, más convincente o más atractivo que sus stands vecinos.

No suelo ir a FITUR, pero sigo de cerca los reportajes que sobre ella se escriben; de todas partes se aprende. Y una de las cosas que antes aprendí fue que quien se sale de la norma aparece más en televisión y en las revistas especializadas, que es de lo que se trata; como hace un par de años hizo Jerez que, con su espectáculo ecuestre en la Plaza Mayor de Madrid presidido por una de las infantas, fue portada de todos los telediarios.

Pero todo no es la imagen, si no le das contenido al mensaje, éste se disuelve como un azucarillo en el café del desayuno. Por eso cada stand procura llevar una novedad anual; un gran espectáculo, una magna exposición, un proyecto diferente… En definitiva, un gancho con el que los touroperadores asistentes a FITUR puedan captar más clientes para ese destino. Pero, ¿qué tienen que ver con esto las tapas y el tapeo?

Documentándome para este nuevo libro he descubierto que en todas las capitales y demás ciudades importantes de España se ha desatado una fiebre feriante-taperil de lo más virulenta. En todas ellas se celebra una (o más) feria, ruta o circuito tapero al año, actos muchas veces organizados por asociaciones empresariales y fabricantes de cerveza. O sea, que las tapas son un negocio emergente que interesa.

Lo del título de este artículo viene por aquello de que los árboles nos impiden ver el bosque, y en Andalucía, tan acostumbrados estamos al tapeo y tan normal lo vemos que no nos damos cuenta de que esa costumbre puede ser, más que complemento para el turista, un motivo para que su decisión viajera se decante por       nosotros; y es por ello por lo que propongo para nuestros stands del próximo año algo tan simple como unas grandes pantallas de televisión conectando directamente con las principales calles de tapeo de Andalucía a la hora punta del mediodía, las terrazas al sol, la cerveza fresquita y la mesa repleta de tapas mientras en la parte baja de la pantalla, una cinta continua va informando sobre las temperaturas y condiciones climáticas de las principales capitales españolas y europeas. Tú con chubasquero, que yo la gabardina se la pongo a las gambas para freírlas y comérmelas crujientes.

No hay mejor publicidad  que la más directa. Adentrémonos en tan sabroso bosque.

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