Empujones, codazos, agarrones, pisotones, maniobras más o menos ortodoxas para ponerse delante del adversario… No, no se trata del relato del saque de un corner en un partido de máxima rivalidad, sino de algo que, cualquiera que se haya pasado por Fitur (o cualquier otra feria de turismo al uso) habrá podido observar.

En este tipo de actos un observador externo se lo pasa pipa. Si lo viese todo desde un plano cenital, entre focos, carteles y metros y metros de moqueta desechable, vería cómo se van formando y disolviendo bullas. Cómo los participantes y visitantes se concentran y espacian en torno a puntos concretos. Puntos que no son casuales ni mucho menos. Veamos:

Adoptando la jerga de las predicciones meteorológicas marinas, recién abierto, el observador cenital compararía el lento y cansino deambular del personal por los pasillos con lo que se conoce como mar llana; calma chicha, vamos. De repente, por el portillo del Noroeste aparece una chica con una grabadora en la mano con la pegatina de una conocida emisora de radio, e, inmediatamente, un pequeño alboroto surge a su alrededor; es la mar rizada, que dura hasta que, al poco tiempo, por el otro extremo, un esforzado becario de una televisión local entra, cámara en ristre, dispuesto a grabar, preguntar y hacer todos los comentarios oportunos él solito. Es inevitable, a su alrededor varias decenas de personas forman la primera marejadilla del día.

El grado de tensión va subiendo. Justo al lado de nuestro Juan Palomo de la información hace acto de presencia un colega suyo pero, esta vez, de una emisora autonómica. La marejadilla torna a marejada en cuestión de segundos. Se aprietan nudos de corbata. Se estiran los pescuezos. Se sacuden solapas. Y los dientes-profiden comienzan a asomar por bocas entreabiertas. Pero cuando los codos y los empujones ya comienzan a ser cosa seria (al borde de pitar penalty, vamos) es cuando entra –majestuosa ella– la cámara de televisión de emisora nacional, con sus pegatinas brillantes. Es una conexión en directo con el telediario. Fuerte marejada con olas de hasta cinco metros. Los cruces de pasillos se colapsan. El personal se pone de puntillas para intentar robar aunque sea un ángulo en tercera fila. Parece que la situación no puede ir a más, pero…

Se transforma instantáneamente en mar gruesa. Sin que llegue nadie nuevo. Sencillamente todo el oleaje humano se desplaza en masa hacia el pabellón de Jabugo cuando da la hora de la exhibición de corte de pata negra y su correspondiente degustación. Ése es el punto culminante de la previsión de hoy del estado de la mar. Sólo hay algo que pueda superar tal situación y convertirla en temporal, el grado más alto del oleaje: la aparición de S.M. el Rey. Pero esto sólo sucede una vez en toda la Feria, aunque suele afectar a toda ella.

Y después la calma. Calma total. Y la vuelta a la placidez inicial en la que las corrientes humanas sobre las moquetas parecen casi de cristal. Del cristal del escaparate que son Fitur y sus primas. Escaparate en todos los sentidos.

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