Me refugio en la acogedora sombra del patio trasero con albero y parra vieja del tabanco e intento recuperar las fuerzas que el verano -de calores crecientes- ha menguado. Y con el viejo olor de botas de roble envejecido e impregnado de caldos generosos, doy vueltas a un tema que me preocupa y me angustia. El santo se le ha puesto de espaldas al sector vitivinícola, y no hay forma de levantar cabeza. Cuando no es la ley del vino es la OCM la que amenaza al sector. En Bruselas no sé si les pagan a estos señores, como se están pagando algunos alcaldes andaluces, o le pagan más, lo que sí estoy convencido es de que por pensar desde luego no les pagan; y si les pagan por esto, deben pagarles poco, porque no les cunde.  ¿Qué Europa están montando? Primero fue el olivar, después la remolacha y también el algodón, ahora las vides. Pérez Saldaña, mantiene el tipo e intenta consolarnos: la OCM del vino sólo afectará al 20 % de los caldos andaluces. No sé si es mucho o poco, pero mejor sería que no afectara a nadie.

Tomo un trago de amontillado fresco en esta tarde aún demasiado calurosa, que mengua mis fuerzas y vuelvo a las andadas de pensar que, aunque se estile poco, beneficiaría mucho a esta Europa tarumba de tanto beber el whisky de las películas del oeste americano, y tan poco centrada en beber nuestro vino y en ponerle aceite de oliva a las tostadas. 200.000 hectareas de viñedos quieren arrancar los amigos de Marianne Fischer Boel, y encima viene a Jerez, al lado mismo de este tabanco en el que escribo, a explicárnoslo.

Las agrupaciones agrarias andaluzas están que arden y se temen lo peor. Las zonas más perjudicadas serán Córdoba y Huelva porque según la UPA, "se trata de un sistema productivo caracterizado aquí por vides envejecidas, con escasa mecanización y reconversión varietal y productores en su mayoría mayores de 55 años".

Y entre el sueño, el calor y el amontillado, imagino que vuelve de nuevo Al-Hakán II, que, por lo visto, desde hace cientos de años, estaba agazapado en Bruselas y manda de nuevo arrancar las vides como hizo aquel omeya, hijo de Abderramán III, a cuyo lado construyó la magnífica Medina Azahara. Y espero, solamente, que los andaluces reaccionen como lo hicieron los jereranos y los malagueños de entonces; aunque haga falta hacer alguna triquiñuela, como los de estas tierras hicieron: alegaron que no podían arrancar las vides porque éstas le servían para producir uvas pasas. Porque a Al-Hakán, como a nuestra ínclita ministra de Sanidad -que ya no lo es de esa cartera- lo que le preocupaba era el vino. Gracias a eso, para bien de todos -y la historia ha venido a demostrarlo- no se arrancaron los viñedos malagueños y jerezanos. Hubiese sido una pena si, como decía Ibn Galib, en el siglo XII, "olivos, viñedos e higueras son muy abundantes en la cora de Sadunia", es decir, en los entornos de lo que hoy es Jerez.

Y, como a río revuelto ganancia de pescadores, ya tenemos a Sarkozy haciendo maniobras en la oscuridad para sacar partido de lo que los Comisarios quieren restarle a España. Pues, eso es lo que hay y, como dice Felipe, el tabanquero, el que no llora no mama. Quizás no se trate de llorar pero sí de llamarle a las cosas por su nombre y decirle a Europa lo que hay que decirle.

Para que como escribía el obispo mozárabe de Córdoba, Rabí b. Zayd, precisamente en tiempos del califa Al-Hakan II, en su Calendario de Córdoba, con abundancia, vuelvan a madurar los frutos del olivo y la vid para nuestro beneficio, cultural y gastronómico. Textualmente lo escribió así, y así lo recuerdo: "los olivos y la vid echan frutos". ¡Que lo sigan echando! y, para ello, que no nos subvencionen para arrasar nuestros campos y, de camino, acabar con uno de los patrimonios culturales más valiosos de este sur de Europa. Y con uno de los productos estrella de la dieta mediterránea.