Europa ha iniciado la transición energética hacia una economía baja en carbono. El fomento del vehículo eléctrico, la eficiencia en edificios y la economía circular centran la acción comunitaria
La Unión Europea ha iniciado el camino hacia la transición energética con el objetivo de lograr construir una economía baja en carbono. La hoja de ruta legislativa aprobada hace unos meses por la Comisión Europea pretende reducir para 2030 un 40% los gases de CO2, que el 27% del consumo de energía final proceda de fuentes renovables y mejorar la eficiencia energética en un 30%.
Para ello, la Comisión Europea ha centrado sus políticas estratégicas en acciones en transporte (fomento del coche eléctrico), edificios (que sean eficientes), agricultura (mitigar la contaminación del subsuelo) y el reciclaje (reutilización en la industria). La economía circular será uno de los pilares clave para lograr estos objetivos.
Si mencionamos además la dependencia energética, la Unión Europea es el mayor importador de energía del mundo (400 billones de euros/año, más de un billón euros/día), el primer paso es mejorar la eficiencia energética. Toda solución en materia energética pasa obligatoriamente por reducir el consumo de energía en los edificios y por electrificar el transporte por carretera.
La energía más utilizada es la energía fósil, sobre todo en transporte: el 95% del transporte por carretera se basa en petróleo. Además, el gas y el carbón en generación eléctrica (38,2% de la electricidad generada en España en 2016) y el gas en calefacción e industria. La electricidad es donde resulta más sencillo introducir fuentes renovables.
En el caso del transporte, la tecnología de baterías para vehículos eléctricos que ofrece actualmente el mercado aún no es competitiva, ni en precio ni en autonomía, pero lo será pronto. Además, se debe asegurar el despliegue de infraestructura de recarga, muy insuficiente en España y donde se acumula un retraso importante. En esta situación, la dependencia del petróleo sigue siendo manifiesta.
En cuanto al gas y al carbón en la generación eléctrica, el carbón es cada vez menos competitivo tanto en precio como en costes ambientales, mientras que el gas aprovecha el hueco que le dejan las renovables: suministrar en los picos de demanda, con alto precios de la energía, o recibir pagos “por capacidad” en los que la compañía recibe un pago por tener su central lista para generar electricidad cuando se le pida, aunque no genere. Pagamos por poner en marcha las centrales cuando sea necesario, aunque cueste caro y no sea ambientalmente limpio. El auge del almacenamiento de energía nos permitiría reducir los picos de demanda, usar menos gas para generar electricidad en esos momentos y reducir nuestra factura de la luz.
En calefacción y usos térmicos en la industria, el gas es dominante. Eso es debido a que es una fuente de energía “primaria”, mientras que la electricidad es transformada. En una casa de 100 m2 puedo poner una caldera de gas de 20kW fácilmente. Si no actuamos sobre el aislamiento o las ventanas, o la eficiencia de la calefacción, seguiremos dependiendo del gas ruso o argelino.
En países de nuestro entorno vemos cómo se está incentivando el almacenamiento de energía y el autoconsumo. La apuesta por prescindir de la energía nuclear en Japón o Alemania, o el crecimiento de las renovables en países emergentes, son también hechos consumados.
La gran revolución energética consistirá en el poder del usuario sobre la energía: será generador y consumidor, e interactuará con otros usuarios y con la red eléctrica. La generación eléctrica será cada vez más distribuida, menos centralizada, y las redes eléctricas cada vez más inteligentes.
A su vez, el aumento de la eficiencia energética provocará un menor consumo primario. Sin embargo consumiremos más electricidad generada por fuentes libre de CO2 y menos energía de origen fósil.
Esta revolución estará provocada por varios factores que confluyen al mismo tiempo: la fuerte tendencia a la reducción de costes de la energía solar fotovoltaica, el desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), y el almacenamiento de energía, las baterías fundamentalmente, cuyo precio está bajando muy rápidamente y podrán ser utilizadas en los hogares.
Además, el vehículo eléctrico mejorará rápidamente sus prestaciones y reducirá su precio, también por las baterías. De esta forma, el número de coches, furgonetas y autobuses eléctricos se multiplicará.
Las energías del futuro
El almacenamiento de energía y las baterías serán la principal novedad en este contexto. Actualmente son caras, pero su precio está bajando rápidamente. Las encontraremos en hogares, edificios, subestaciones eléctricas, y distritos: cada nivel tendrá su almacenamiento de energía. Ya existen aplicaciones comerciales, y cada vez habrá más. Lo vemos con la European Technology and Innovation Platform Smart Networks for Energy Transition (http://etip-snet.eu), cuya secretaría está coordinada por Zabala Innovation Consulting.
El vehículo eléctrico y el híbrido con enchufe, también supondrán un cambio muy importante, sobre todo en las ciudades: la Unión Europea pretende que en 2050 no haya coches de combustión en nuestras áreas urbanas. En la actualidad, numerosas ciudades europeas están renovando sus flotas de autobuses por autobuses eléctricos: la región de París, por ejemplo, incorporará más de 4.000 autobuses eléctricos antes de 2025. No hablamos de fuentes de energía, sino de transformación.
Por último, está la bomba de calor: si mejoramos el aislamiento de los edificios y usamos tecnologías de suelo radiante o radiadores de baja temperatura, podemos usar bombas de calor que se pueden combinar con energía geotérmica, solar térmica, biomasa… Podremos eliminar el gas de la calefacción.
Las renovables
Para generación eléctrica, las renovables son una realidad: la energía eólica terrestre ya es más barata que la generación en ciclos combinados de gas y contribuye a controlar el precio de la electricidad: pagamos menos en la factura de la luz gracias a la eólica. En la primera mitad de 2016, más del 50% de la electricidad generada en España fue de origen renovable.
La solar fotovoltaica es más barata que la electricidad que nos llega a nuestras casas y empresas, pero estamos comparando un precio con peajes e impuestos con un coste sin esos extras: actualmente es competitiva para autoconsumo, pero no para suministrar a la red eléctrica. Pero la tendencia es que el coste de la energía solar fotovoltaica seguirá bajando y será cada vez más competitiva. Todavía queda trabajo por desarrollar en renovables para usos térmicos.
En este contexto, las empresas que apuesten por soluciones innovadoras de mercado, las organizaciones con la puesta en marcha de políticas, o los centros de investigación y universidad con su actividad investigadora, tienen la posibilidad de acceder a las convocatorias de ayudas europeas y estatales que van aparejadas con las políticas de transición energética que Europa despliega.
Zabala Innovation Consulting