Nos fuimos de vacaciones con Europa en los labios. Nos fuimos con resaca europea. Una resaca de esas que dejan la boca seca y el paladar espeso. Unos cuantos votamos por Europa, el resto se nos fue a la playa por culpa del calor, del desinterés, acaso, o porque en estas europeas, no sólo aquí sino en muchos otros países, los temas que brillaron en la campaña no fueron los europeos, sino que se pusieron sobre la mesa demasiados asuntos nacionales, y Europa, una vez más, se quedó demasiado lejos. Y estábamos en vísperas de la aprobación de la Constitución europea. Un momento importante, decisivo para el futuro de los 25. Y decisivo para la política internacional. Los andaluces tenemos demasiados asuntos en la mesa europea como para pasar de esto. Y de vueltas del verano, hemos de volver a Europa, lo queramos o no.

Así que, después de explicarle a Felipe, en este aún caluroso octubre, a la sombra de la vieja parra, en el patio trasero del tabanco, que el trabajo creciente no me ha dejado tregua para tomar el sol en estas playas cercanas de nuestra Andalucía marítima, y que no he podido tomarme vacaciones (¡tiempos vendrán!); después de esos preámbulos tópicos de este último coletazo del verano, he vuelto con él a Europa y a la Constitución. El 18 de junio hemos puesto sobre el papel y le hemos dado rango de ley, a lo que pensamos de Europa, a la Europa que queremos ir construyendo. O como decía un verso de Montale, por lo menos hemos dicho -y valga el tópico como explicación- “lo que no somos, lo que no queremos”. No somos aún una Federación de Estados, ni un ‘Superestado’ ni aún somos tampoco un auténtico actor político mundial. Pero también hemos dejado claro que tampoco somos sólo un área de libre intercambio económico y comercial ni una unión monetaria solamente. Quizás, sí un camino hacia el bien común europeo. Es decir, un camino para conseguir lo que los ciudadanos europeos aspiran, como la paz, el desarrollo, la seguridad, y la confianza en el futuro.

La Constitución europea se “inspira en las herencias culturales, religiosas y humanistas de Europa, cuyos valores, presentes siempre en su patrimonio, han hecho que arraiguen en la vida de la sociedad el papel central de la persona, de sus derechos inviolables e inalienables y el respeto al derecho”, como puede leerse en su preámbulo. No hay una referencia a las raíces cristianas que han cimentado Europa, pero sí a los valores que éstas han producido en sus pueblos. Porque esta nueva Europa “se fundamenta en los valores de la dignidad humana, de la libertad, de la democracia, de la igualdad, del estado de derecho y del respeto a los derechos humanos”. El fundamento del orden que esta nueva Europa tiene que construir, y con ella todos nosotros, sus ciudadanos, está presente.

La aventura europea nos dice con este nuevo paso que la unidad no se alcanza a través de la ‘puerta ancha’ y facilona de la uniformidad, sino a través del diálogo, continuo y paciente, entre pueblos diferentes. La fuerza de Europa tiene que ser plural. Una pluralidad que se abrirá a la unidad sólo a través del diálogo, del conocimiento y del respeto mutuo.

El camino está abierto, el primer paso dado, ahora nos toca a todos los ciudadanos y a todas las instituciones recorrerlo y hacerlo efectivo. De vueltas de vacaciones, insertados ya en el nuevo curso, que ni es fácil ni sencillo, en esta Andalucía de nuestro vivir cotidiano, y que tanto ha contribuido también -aún poco reconocido- a ese patrimonio común europeo y de diálogo con otros pueblos, la aventura europea, los retos de Europa, tienen que convertirse en nuestros retos. También los nuestros tienen, forzosamente, que abrirse camino en Europa. Sin esta reciprocidad, la nueva Constitución europea será sólo papel mojado y dentro de cuatro años, es muy probable que nos volvamos a ir a la playa. Del papel que, en este sentido, hagan nuestros políticos, dependerá que sea puente, camino y sentir común para todos los andaluces. Felipe, el tabanquero, lo entiende así, esperemos que así lo entiendan también nuestros gobernantes.

jfelixbellido@yahoo.es