Estamos prácticamente con el verano en el tiempo de descuento. Una de las noticias del mismo, de las denominadas “serpientes de verano”, ha sido, sin duda, la conveniencia o no de potenciar aún más el turismo. Entrevistas, tertulias, artículos de opinión,… han girado sobre este tema. Se ha cuestionado el modelo de turismo -basado en el lowcost- y si es conveniente o no la implantación de la tasa turística a nivel local, por ejemplo.

CardeneteHa habido grandes detractores y grandes defensores del sector. Los datos realmente son los que son, como ya anticipábamos en esta misma columna hace un par de meses. La dimensión económica de las ramas de producción directas e indirectas del turismo es de 22,1 miles de millones de euros para Andalucía. Un efecto multiplicador de 1,47, lo que quiere decir que por cada euro que consume un turista, la economía andaluza produce por valor de un euro y cuarenta y siete céntimos. El turismo de manera agregada es un sector estratégico en la composición de la renta en Andalucía. Su sostenibilidad en la coyuntura actual es imprescindible en la conformación de la competitividad andaluza. Pero no genera un efecto multiplicador elevado. Mucho menos en términos de empleo.

Es cierto que estamos hablando de una aportación del PIB regional de más de un 10%. Por lo tanto, no puede ser desdeñado. Pero este mismo verano hemos visto la fragilidad del sector. Por un doble motivo.

El primero entraría en la parte objetiva de la actividad: un uso intensivo del recurso puede acabar con el mismo. Está ocurriendo en ciudades europeas como Ámsterdam o Venecia. Casi ya en Barcelona. Y, precisamente, aquí entra la segunda de las explicaciones. Lo ocurrido en la Ciudad Condal.
El ataque terrorista en París ha hecho disminuir las visitas en más de un millón y medio de visitantes en un año. No sabemos aún los efectos sobre Barcelona, pero a buen seguro que los habrá. El turismo es muy sensible a estos acontecimientos. El miedo es lógico y entendible y un turista o un tour operador, no va a decidir su destino con una sensación -objetiva o subjetiva- de la situación del lugar de destino.

Esto pone encima de la mesa algo que ya he comentado anteriormente. El turismo es un gran invento, pero de una fragilidad enorme. Si España está siendo un destino masivo no se debe sólo a que lo hacemos bien y somos atractivos, que lo será sino porque nuestros competidores están noqueados. Véase Túnez, Egipto, Marruecos, Turquía,… destinos sustitutivos a los nuestros y que ahora están anulados por la situación inestable que les rodea.

Esta fragilidad hace que poner más de un 10% de PIB y todas nuestras esperanzas en un sector que se nos puede escapar de las manos de una forma más rápida de la que nos podamos imaginar, es cuando menos, preocupante. Baste recordar lo que le pasó al sector de la construcción con una aportación similar -quizás algo más superior-: se esfumó y arrastró a la economía, destruyendo cientos de miles de empleos. Por ello, vuelvo a reiterar la necesidad de apostar por la diversificación de los sectores productivos y evitar caer de nuevo en el error de poner todos los esfuerzos en uno solo, que en un momento dado, se nos vuelva contra nosotros.

Todo esto debe ser objeto de reflexión de nuestras autoridades y analizar el futuro desarrollo del sector. Nos jugamos mucho en la recuperación final de la crisis. Un sector como el turismo que se pudiera desinflar sería algo desastroso. Sobre todo para Andalucía.

 

Manuel Alejandro Cardenete

Catedrático de Economía

Vicerrector de Posgrado

Universidad Loyola Andalucía

@macarflo