El informe Familia, Infancia y Privación Social perteneciente a la Colección Estudios de FOESSA ha sido realizado por Luis Ayala y Rosa Martínez ambos profesores de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos, y Mercedes Sastre, profesora de la misma disciplina en la Universidad Complutense. Ente las conclusiones del estudio destacan:

Numerosos estudios revelan que la pobreza infantil no se limita al mundo menos desarrollado, donde lógicamente su gravedad es mayor, sino que también afecta a un porcentaje no desdeñable de niños en los países ricos, con importantes implicaciones sobre su bienestar futuro.

Las comparaciones internacionales de las tasas de pobreza infantil arrojan niveles muy diferentes, en estrecha relación con el tipo de actuaciones implementadas dirigidas a los hogares con niños. En este contexto, la experiencia española resulta singular. Pese a ser uno de los países del mundo desarrollado donde la incidencia de la pobreza infantil es más elevada, no se han diseñado programas específicos para rebajar su alcance ni se le ha dado a la lucha contra la pobreza y la exclusión social de los niños un lugar preeminente entre las prioridades de la intervención pública. Según las estimaciones –con los datos del PHOGUE (Panel de Hogares, a comienzos de la presente década, la pobreza afectaba a cerca de una quinta parte de la población española, un porcentaje muy similar al existente diez años antes. La nueva Encuesta de Condiciones de Vida confirma este resultado para fechas más recientes. Además, sigue fuertemente enquistado en la estructura social española un segmento de pobreza extrema, que, aunque inferior al de etapas anteriores, comprendería todavía a un porcentaje de población entre el 2% y el 3% del total. Un resultado llamativo es la estabilidad de las tasas relativas de pobreza en un contexto de fuerte crecimiento económico, superior al de otros países de la Unión Europea. Las comparaciones internacionales de las tasas de pobreza infantil arrojan niveles muy diferentes, en estrecha relación con el tipo de actuaciones implementadas dirigidas a los hogares con niños. En este contexto, la experiencia española resulta singular. Pese a ser uno de los países del mundo desarrollado donde la incidencia de la pobreza infantil es más elevada, no se han diseñado programas específicos para rebajar su alcance ni se le ha dado a la lucha contra la pobreza y la exclusión social de los niños un lugar preeminente entre las prioridades de la intervención pública. Según nuestras estimaciones –indican los autores– con los datos del PHOGUE (Panel de Hogares, a comienzos de la presente década, la pobreza afectaba a cerca de una quinta parte de la población española, un porcentaje muy similar al existente diez años antes. La nueva Encuesta de Condiciones de Vida confirma este resultado para fechas más recientes. Además, sigue fuertemente enquistado en la estructura social española un segmento de pobreza extrema, que, aunque inferior al de etapas anteriores, comprendería todavía a un porcentaje de población entre el 2% y el 3% del total. Un resultado llamativo es la estabilidad de las tasas relativas de pobreza en un contexto de fuerte crecimiento económico, superior al de otros países de la Unión Europea. Si bien la pobreza en relación a un umbral fijo en términos reales cayó en aproximadamente diez puntos entre 1996 y 2001, lo que supone una rebaja del 50%, los porcentajes de población con rentas inferiores al 60% de la mediana se mantuvieron en niveles similares. En otros términos, los pobres mejoraron su nivel de vida en términos absolutos con la recuperación económica, pero, a diferencia de otros períodos expansivos anteriores, no vieron acortarse las distancias con el hogar mediano.