Su Majestad el Rey, Felipe VI, se ha dirigido a los asistentes de la 48ª Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos, en la que pronunció un discurso centrado en la España de hoy en el contexto europeo, con datos de 2017 de los turistas que han visitado España: más de 82 millones de personas. Explicó que estos turistas viajan a España por su patrimonio histórico y artístico, por la diversidad de su entorno natural, por la seguridad que ofrece a los visitantes con una de las tasas de criminalidad más bajas del mundo, así como por los servicios públicos, infraestructuras e incluso por su valorado sistema público de salud. Don Felipe no olvidó que se une al interés de estos viajeros por España su gastronomía y muy especialmente el carácter abierto, amable y acogedor de sus ciudadanos, un pueblo, además, amante de la paz.

En este punto, el Rey se detuvo en los atractivos de la economía española, decimocuarta del mundo y la cuarta de la eurozona, que resultó dañada por la crisis con “dolorosas consecuencias” para muchos ciudadanos en términos de cohesión social, de reducción de la calidad de vida, y de desempleo. Sin embargo, España encadena desde 2014 un período de crecimiento estable y sostenido, por encima del 3%; que ha permitido crear más de dos millones de empleos con cinco años consecutivos de superávit de la balanza por cuenta corriente, algo inédito en nuestra historia reciente; y el déficit público se ha reducido en más de 70.000 millones de euros.

Su Majestad el Rey subrayó el papel clave del sector exterior en esta recuperación, en lo que influye de forma determinante el incremento de la competitividad y la internacionalización de las empresas españolas en este período de crisis. “De hecho, España se encuentra entre los diez primeros países del mundo en el “Informe de Competitividad Global 2015-2016”, afirmó.

Ante los asistentes, el Rey dijo que “a todo ello hay que sumar una fortaleza más: el liderazgo y la presencia globales de las multinacionales españolas en sectores como energía, finanzas, textiles, telecomunicaciones, gestión de infraestructuras o transportes”. A su juicio, esta mejora de la economía debe perseguir la reducción eficaz del desempleo y de las diferencias y desigualdades sociales, para fortalecer la cohesión social.

En el ámbito político, Don Felipe manifestó que “los españoles sabemos bien que el bienestar y el progreso de nuestro pueblo en el siglo XXI no se puede conseguir ni encontrar en la soledad, el aislamiento o la división, sino en la unidad de propósitos, metas comunes y acciones concertadas, juntos y con una clara visión de futuro. Tenemos que ser conscientes de que vivimos en un mundo cada vez más interdependiente que requiere respuestas globales. De modo que cuestiones como los procesos de integración, los partenariados o la leal colaboración entre ciudadanos, sociedades y Estados, así como los compromisos compartidos, nos orientan para encontrar esas respuestas”.

Al hilo de esta reflexión, el Rey afirmó que “nuestra ambición para Europa, y por tanto para España, no se acaba aquí”, porque hay muchos asuntos sensibles para los que “una cooperación europea más efectiva representa la única solución”. Así se ha demostrado con la crisis del euro, la crisis migratoria y de los refugiados, los atentados terroristas internacionales, y los nuevos retos de la seguridad europea. “Y no olvidemos los desafíos que la revolución tecnológica y digital” representan para los trabajadores, para su organización y para todo lo relacionado con los nuevos conocimientos y habilidades que muy pronto serán imprescindibles.

En su opinión, “las actuales incertidumbres no nos deben frenar, sino que deberían permitirnos ver claramente que las soluciones deben ser equivalentes a los propios desafíos. Europa debe reinventarse y el alma de esa nueva Europa debe reflejar la de sus ciudadanos; y para ello puede contar con España”.