Abordar el reto de invertir en programas de Ciudades Inteligentes requiere un pensamiento creativo que se aparte de los modelos tradicionales de financiación de infraestructuras. En esto, las ciudades pueden adoptar una variedad de enfoques que permitan financiar sus proyectos de Ciudades Inteligentes y que éstos sean sostenibles.

En los modelos tradicionales, los proyectos de infraestructura se pagan con instrumentos de deuda en virtud de los cuales la ciudad obtiene capital de fuentes de financiación en forma préstamo. El capital se utiliza para pagar el coste de la construcción, y por lo general hay un período de gracia durante el cual el prestatario está exento de pago hasta que se termine la construcción. Una vez que el activo está en funcionamiento y obtiene un flujo de ingresos, los ingresos se utilizan para reembolsar el préstamo y sus intereses. Este proceso suele ocurrir en proyectos de cierta escala dentro de sectores básicos como son el agua, el transporte, la energía, las TIC… donde los ingresos pueden dedicarse exclusivamente al pago de la deuda.

Las Ciudades Inteligentes, por otra parte, son algo más que una infraestructura física tradicional, son un entramado de sistemas conectados entre sí que favorecen la convivencia y el conocimiento real de la situación de la misma. Si bien algunos pueden argumentar que la tecnología Smart entra en el ámbito de las TIC, también es cierto que ésta es un elemento esencial en el desarrollo de las ciudades actuales y que funciona de manera transversal entre sectores porque su atributo principal es la interconectividad entre los sistemas de infraestructura.  Por lo tanto, la infraestructura urbana inteligente abarca múltiples sectores y puede adaptar su uso más allá del ámbito de las funciones tradicionales de infraestructura civil. Esta inherente flexibilidad presenta tanto oportunidades como retos para las ciudades desde una perspectiva de financiación.

Es, por ello, que las administraciones pueden jugar un papel clave para permitir la reinversión de las ciudades y la modernización a través de sus políticas fiscales, las participaciones público-privadas (PPP), o los modelos de ingresos basados en rendimiento, como importantes palancas que permitan catalizar económicamente las inversiones de capital requeridas, y que a su vez creen valor a largo plazo para los ciudadanos, las empresas y los consumidores.

En este sentido, el sector público debe fomentar la inversión del sector privado en los nuevos modelos de Ciudades Inteligentes, que favorezcan la asociación entre los entes públicos y privados, permitiendo así reducir el coste a corto plazo de la inversión en las infraestructuras tecnológicas para la transformación Smart. Esto, a su vez, permitirá garantizar que se tengan en cuenta todos los riesgos y beneficios debidamente equilibrados.

Asimismo, fomentar el desarrollo de sistemas basados en el rendimiento, mediante los cuales las administraciones públicas y los inversores del sector privado participan conjuntamente de las ganancias de los servicios de valor añadido gracias a la eficiencia en la prestación de los servicios.

Estos enfoques están siendo continuamente probados y refinados, a medida que los municipios establecen sus estrategias de Ciudades Inteligentes, lo que conduce a obtener valiosas lecciones y mejores prácticas que continuamente favorecen su éxito.

Embarcarse en este camino que tenemos por delante favorecerá el desarrollo de ciudades más inteligentes, pero también más seguras, resistentes, y globalmente más competitivas.

 

Leopoldo Aznárez

Socio responsable de Consultoría de Deloitte en Andalucía

Jacobo Fernández Izquierdo

Gerente responsable de Consultoría de Deloitte en Andalucía

 

Artículo incluido en el número de abril de la revista Agenda de la Empresa