Mientras que en España vivimos las convulsiones de los mercados como si del último día de nuestras vidas se tratara (o al menos eso pretenden hacernos ver algunos) en otras partes del mundo también se producen noticias que es bueno no dejar atrás.

Mientras que en España se dictamina que la prioridad es satisfacer a la fiera indomable de la prima de riesgo y reconducir la voracidad desmedida de unas finanzas públicas deficitarias, a través de una reforma constitucional que se lleva por delante el espíritu de consenso y la fuerza vinculante de una democracia participativa huérfana de los partidos mayoritarios, en otros lugares, no muy lejanos, el enfoque y las propuestas son otras. Mientras que en la Eurozona el débil gobierno económico administrado por el Ecofin declara su interés, de nuevo, por recapitalizar a la banca europea y lo conjuga con dejar caer en las fauces del desaliento -en la ruina más absoluta- al estado griego y, por ende, a la ciudadanía griega; en algunos países, como Islandia, llevan a los tribunales a poderosos financieros e incluso al presidente del Gobierno acusándolos de ser los responsables de la crisis económica; convocan referéndums y hasta son capaces de dotarse de una nueva constitución. Una refundación constitucional, en toda regla, con mucha participación social, ciudadana y lejana del cualquier atisbo de despotismo ilustrado; a saber: “todo para el pueblo pero sin el pueblo”.

Mientras eso ocurre, en otras tierras, en nuestra querida España (“esa España mía, esa España nuestra”, como dice la canción de Cecilia) vamos a seguir viviendo tiempos de prosaica palabra adulterada por un feroz electoralismo que desvirtuará la acción política para enfrentar, confrontar y edulcorar medidas, acciones, propuestas y hasta programas. Y probablemente en ese frente no habrá suficiente tiempo ni lugar para el debate de ideas, los valores y las ideologías -que haberlas haylas-.Una auténtica pena y todo un síntoma de la gravedad del desapego político que vive la ciudadanía y de lo mucho que nos queda por reconstruir como sociedad.

Mientras que en España seguimos instalados en un eco político y mediático que continuamente nos repite que es el momento de eliminar servicios públicos, que es necesario recortar gasto público, protección social, bienestar y derechos, que es el momento de eliminar la política de redistribución de rentas llevada a cabo por el Estado y dejar en manos del mercado y del sector privado esa ardua tarea, en otros países del mundo, a nuestro alrededor, se plantean propuestas en otra dirección.

Como la gratificante alternativa realizada por algunos grupos de personas muy pudientes, ricas, en países como Alemania, Francia o EE.UU. que se resume en pagar más impuestos sobre la base de su renta, de su riqueza. Todo un alegato para la máxima de que ‘aporta más el que más tiene’. No sólo se trata de reconducir, de hecho y de derecho, una injustita fiscal que se está dando en los sistemas tributarios de los países desarrollados sino que además se ofrecen nuevos ingresos presupuestarios, explorándose nuevas vías, para compensar y reequilibrar los costes y esfuerzos sociales que está suponiendo esta crisis.

O el planteamiento realizado por el Gobierno de Obama que presenta un plan para el fomento del empleo para el que quiere contar con más de 400.000 mil millones de dólares. Una fuerte apuesta por la recuperación del empleo desde la acción gubernamental con recursos públicos. En palabras de la Casa Blanca se busca un impacto “rápido y positivo” para crear puestos de trabajo.

Plan para impulsar el empleo que viene respaldado con una tercera parte de los recursos potenciales que en la zona euro se ha decidido destinar al rescate financiero de los estados miembros con problemas de deuda soberana. Para algunos, una auténtica osadía; para otros, entre los que me encuentro, una verdadera oportunidad para el empleo.

Un planteamiento político que antepone la necesidad de trabajo para los jóvenes, para las mujeres, para las familias… para los desempleados en general, con el interés por reducir el déficit público. Pero también una propuesta económica que trata, a toda costa, de reflotar empleo y, al mismo tiempo, el crecimiento económico.

Toda una oportunidad para el empleo que para el caso de España, al igual que para Europa, se está dilatando en el tiempo. Como he dicho en otras ocasiones cada vez es más perentorio que los gobiernos europeos alcancen un verdadero acuerdo para el impulso del empleo en la UE. Ya estamos en tiempo de descuento.