Si algo ha caracterizado a la economía andaluza en 2010 ha sido la incertidumbre. No existe unanimidad sobre si lo peor de la crisis que desde hace tres años vive nuestro país ha pasado o está aún por llegar. Tampoco hay consenso en si la recuperación está cerca o en cuándo será posible volver a la senda de la creación de empleo.

Lo único cierto es que esta incertidumbre y, sobre todo, el estancamiento de la economía, seguirá siendo una realidad de cara al 2011, año clave para impulsar reformas estructurales que regeneren nuestro tejido productivo.

La virulencia de la crisis ha sido tal que en sólo tres años se han lastrado los diez años de crecimiento sostenido en Andalucía. De enero a septiembre de 2010 se habían perdido más de 65.000 empleos, lo que sitúa la tasa de desempleo en nuestra comunidad en casi el 30%; y si dramático es ya este porcentaje, más aún lo es el que se refiere al paro juvenil, que asciende a más del 50%.

No hay que olvidar que estos datos son consecuencia directa de la desaparición de empresas, que son el verdadero motor de la economía y, por tanto, del bienestar social. Sólo en los nueve primeros meses de 2010 han desaparecido más de 2.000 empresas del tejido productivo andaluz y 25.000 desde que comenzó la crisis.

De esto se desprende que el ritmo de mortalidad de las sociedades está disminuyendo, pero también que el de creación de pymes es aún de los más bajos de España. Andalucía necesita, más que nunca, nuevos emprendedores que pongan en marcha iniciativas empresariales para generar riqueza y empleo, pero también es necesario un apoyo decidido para mantener las empresas existentes. Para ello, es absolutamente ineludible una buena dosis de confianza, una burocracia más ágil y dinámica y una correcta financiación.

El Gobierno ha tomado medidas para paliar los efectos de esta situación, pero no con la contundencia y la coherencia necesarias. Han sido reformas puntuales en las que ha primado la improvisación y la lentitud. No obstante, lo que Andalucía necesita son reformas estructurales, principalmente en el ámbito de la economía productiva.

Las organizaciones empresariales consideramos que hay que ir más allá para generar una economía flexible, competitiva y que permita crear empleo, mantener la protección social y crecer sin desequilibrios. Debemos desarrollar un ambicioso programa de reformas que abarque ámbitos tan importantes como la educación, la energía, la liberalización de sectores regulados, la reducción de cargas administrativas, la justicia, la garantía de la seguridad jurídica y, por supuesto, la reforma laboral.

De cara al próximo año nos enfrentamos a cuatro retos fundamentales para superar este periodo de estancamiento. En primero lugar, hay que seguir reduciendo el gasto público y redoblar esfuerzos para aumentar su eficiencia. Ahora bien, este recorte no puede afectar a las partidas que inciden en la productividad de la economía, como son el gasto en internacionalización, infraestructuras y en apoyo a la innovación.

Esta etapa de austeridad será prolongada y, como consecuencia, es imprescindible una participación cada vez mayor del sector privado.

En segundo lugar, hay que promover una profunda reforma en el mercado de trabajo. En nuestro país está desfasado y no puede dar respuesta a los problemas actuales de la economía y del sistema de relaciones laborales. Es una anomalía que sólo el 10% de los contratos que se firman sean indefinidos y que más del 70% de los despidos en España sean disciplinarios, cuando en origen son producidos por causas económicas, tecnológicas y de producción. Ante esto, hay que modificar la regulación de nuestro mercado de trabajo para que el contrato estable gane tamaño en relación con el total de las contrataciones, para conseguir a medio plazo de nuevo un equilibrio en el marco de la regulación laboral.

Nuestro tercer reto es recuperar la competitividad de la economía. Tenemos que promover un modelo de desarrollo con mayor peso del sector industrial; y aquí están incluidos tanto los que hasta ahora han sido el motor de la economía como la construcción, el turismo y la agricultura, como los sectores emergentes, relacionados con el medio ambiente, las energías renovables y la investigación.

Por último, hay que resolver el problema más grande con el que se enfrentan las pequeñas y medianas empresas a corto plazo, como es el difícil acceso a la financiación.

Los empresarios creemos en nuestra Comunidad, de donde han surgido en las últimas décadas las mejores generaciones de empresarios de la historia de Andalucía. Muchas de ellas, han conseguido, incluso, hacerse un hueco en el difícil mercado internacional y son auténticos referentes del panorama nacional.

No debemos, por tanto, caer en el pesimismo y la desconfianza. Tenemos un futuro por delante para desarrollar este profundo cambio en nuestro modelo económico, pero en él tiene que estar implicada toda la sociedad. De las reformas que se acometan en el menor tiempo posible depende nuestro futuro más inmediato. Pongámonos manos a la obra.