Se ha escrito mucho sobre cómo va a influir la Inteligencia Artificial en la sociedad y sobre si esta tecnología va o no a transformarla y cómo. Ya no se cuestiona que lo hará, sino de qué manera y cuándo. En general, la primera reacción ante la incertidumbre suele ser el temor y, si bien es cierto que esta revolución tecnológica puede acarrear problemas y destrucción de puestos de trabajo, también lo es que se abren y multiplican las oportunidades de crear más y mejores empleos. La experiencia acumulada demuestra que, una vez resueltos los problemas de adaptación iniciales, a la postre el balance es positivo, habiéndose mejorado tanto en cantidad como en calidad en lo que al mercado de trabajo se refiere.

No es una cuestión de desaparición de empleos, sino de nuevas y distintas habilidades que serán las que nos permitan evolucionar hacia nuevos tipos de empleos, probablemente mejores, menos rutinarios, menos peligrosos y sí más creativos, sí más relacionales. Hay que tener en cuenta que todos, en nuestros oficios, desarrollamos en torno a 25 actividades y, muchas de ellas, podrán ser automatizadas, de manera que todos nos veremos afectados por esta corriente y todos tendremos que adaptarnos. Y la clave de la adaptación será aprender a trabajar con las máquinas aumentando el valor que de esa colaboración surge. No se trata de restar, sino de sumar ambas inteligencias.

La IA puede que acabe con muchos tipos de empleo, pero no con el trabajo. Cambiará el tipo de empleo, pero seguirá habiendo trabajo. Cambiará la forma de relacionarnos y la gestión de RR. HH. y todo será, probablemente, más ágil, más rápido. El tipo de empleo podrá ser más fragmentado, seguro que más flexible, más individualizado, con otro tipo de colaboraciones (autónomos, outsourcing, interim, staffing, etc.). Aparecerán muchos y muy distintos tipos de nuevos trabajos que requerirán de nuevas y distintas habilidades, más relacionales, con factores menos repetitivos y más asociados a la condición humana, como la colaboración, la creatividad o la intuición.

En este contexto, los tipos de empleos más afectados corresponderían a los sectores manufacturero, de transporte, financiero y sector público. Donde más oportunidades pueden surgir es en los oficios relacionados con el bienestar, la ciencia, la tecnología, la comunicación, el sector hospitalario y la educación; y donde podría haber cierta estabilidad sería en los sectores relacionados con la construcción y el comercio.

Nunca antes como ahora ha habido en el mundo tanto trabajo por cuenta ajena, teniendo actualmente la menor tasa de desempleo mundial. Más de la mitad del trabajo de hoy no existía hace tan solo 20 años, lo cual pone de relieve el valor que la tecnología aporta al mercado de trabajo y al desarrollo de las sociedades. En los últimos 140 años, la tecnología ha creado más empleo del que ha destruido, transformando muchos de muy baja cualificación en trabajos de mayor valor añadido.

En un contexto en el que el crecimiento demográfico es asimétrico, la apuesta por la innovación como parte ineludible de la mejora de la productividad es esencial. Y lo es porque a mayor productividad, más y mejor empleo. Por eso, es fundamental que gobiernos, instituciones, organismos, públicos y privados, organizaciones empresariales y sindicales y sociedad en general entiendan que es vital cambiar y actualizar rápida y urgentemente nuestro sistema educativo y formativo para poder estar en el tablero de juego. El problema no es la tecnología o la IA, sino no comprender el cambio de paradigma en el que nos encontramos, adelantarnos, adaptarnos y hacerlo antes de que lo hagan otros.

 

Santiago Soler

Secretario General del Grupo Adecco

 

 

Artículo incluido en el especial sobre IA incluido en el número de octubre de la revista Agenda de la Empresa