Zarzuela en dos actos y tres cuadros, música de Reveriano Soutullo y Juan Vert; libreto de Luis Fernández de Sevilla y Anselmo C. Carreño.

Dirección musical: Martín Baeza-Rubio –  Real Orquesta Sinfónica de Sevilla

Dirección de escena: Amelia Ochandiano

Director del Coro de la A.A. del Maestranza: Íñigo Sampil

Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda

Iluminación: Juan Gómez-Cornejo

Vestuario: Pedro Moreno

Coreografía: Amelia Ochandiano-Luis Romero

 

LA DEL SOTO DEL PARRAL 1¿Por qué es menester «justificarse» por el hecho de programar zarzuela en un teatro español? Tal fue la pregunta formulada por una periodista en la rueda de prensa previa al estreno convocada por el teatro de la Maestranza. En estos tiempos de ciudadanos acomplejados de su propio país, de su cultura secular y de sus tradiciones, se menosprecia la zarzuela, en tanto la ópera, muchos de cuyos títulos son verdaderamente «infumables», parece disfrutar de cierto prestigio social que recuerda aquello de «Nos vemos en La Scala», que se decía en tiempos de Stendhal, que no era, ciertamente, un diletante. Profundizando en la cuestión, nada baladí, de la subestimación del mal llamado género chico (1), Amelia Ochandiano, experta directora de escena y responsable del espléndido montaje de La del soto del parral, afirma sin tapujos que «durante muchos años se ha asociado la zarzuela a la ‘caspa’, a lo antiguo, incluso al franquismo, y nos ha costado decir , ¡viva la zarzuela!». El testimonio del  director musical Martín Baeza-Rubio –otro gran descubrimiento de este estreno sevillano- es inequívoco: «La del soto del parral es «una obra rotunda que, como tantas otras zarzuelas, no necesita justificación puesto que representa en Europa la marca España, algo que no hemos sabido vender».

Residente en Berlín desde hace 17 años y director titular de la Berlin Opera Chamber Orchestra, Baeza-Rubio se lamenta de cómo en Europa se exhiben óperas italianas, francesas, rusas, pero nunca españolas, aunque muchas zarzuelas compiten de igual a igual con la ópera y, de hecho, él las llama ‘ópera española’. Cuando se programa música española en Berlín, hasta los músicos aplauden. «Es vibrante», apostilla, orgulloso, nuestro joven director.

La loable política del Maestranza de abordar una nueva producción cada temporada contribuye a dotar de empaque y estabilidad a un género que arriesga entrar en vía muerta, dado que no se atisba por parte alguna el necesario relevo generacional, debido en parte a que la zarzuela padece el mal de lo «políticamente incorrecto», un sambenito esgrimido por personajillos de parvo bagaje cultural (Cadalso se refería a ellos como «eruditos a la violeta»), que se consideran legitimados para otorgar certificado de calidad en cualquier terreno de la creación artística, que ha de seguir –entienden ellos- las pautas estéticas al uso: minimalismo a ultranza, transgresión en las formas y en el lenguaje, escenografía tenebrosa, personajes presos de la histeria, mensajes crípticos e ininteligibles, vestuario cutre o simplemente inexistente …, todo ello sin contar las inevitables adaptaciones sui generis que, en más de una ocasión,  dejan irreconocible el texto original.

El amplio elenco de este ‘rejuvenecido’ Soto contó con las actuaciones de María Rodríguez, soprano de bello timbre; Aurora Frías, actriz-cantante de acusada vis cómica; Marco Moncloa, barítono de grandes dotes actorales; Alejandro Roy, tenor de amplio y poderoso registro, muy aplaudido en el personaje de Miguel; Luis Álvarez, barítono, toda una garantía; Didier Otaola, un Damián ideal; Adolfo Pastor, magnífico en su papel de Tío Prudencio, sin olvidar a Fernando Llorente, dulzaina castellana y Álvaro Aguilar, tambor, todos ellos artífices, junto al cada vez más consolidado coro maestrante, de una velada memorable en la que, además, descubrimos la personalidad y el talento de Baeza-Rubio, uno de los firmes valores de la dirección, felizmente descubierto al frente de una ROSS exultante y comprometida.

 

Miguel Fernández de los Ronderos

 

(1) Denominación introducida en los últimos lustros del siglo XIX para designar composiciones teatrales que, por su longitud, ocupaban un lugar intermedio entre la zarzuela grande (de tres o más actos, por lo común) y el género ínfimo (canciones sueltas, especialmente cuplés). Desde mediados de siglo se habían escrito ya zarzuelas en un  acto (Barbieri, Gaztambide, F.Caballero), pero la generalización de las mismas se inicia triunfalmente con La gran vía de Chueca, en 1886, que alcanza cerca de ¡mil representaciones! consecutivas. Es tal el apogeo del ‘género chico’ a finales del XX, que solo en Madrid hubo ¡11 teatros! dedicados a su cultivo. (Diccionario de la Música Labor).