Las aulas escolares gozan de buena salud en lo que respecta a su seguridad, pero necesitan mejorar sus niveles de ruido, estar mejor preparadas ante emergencias y promover hábitos seguros y saludables si quieren subir nota. La recompensa es alta.

Proteger la integridad física, psíquica y social de los alumnos es clave para que la enseñanza y el aprendizaje sean realmente efectivos. Esta es una de las conclusiones del último informe de Fundación Mapfre, ‘La Seguridad Integral en los Centros de Enseñanza Obligatoria de España’, que analiza las fortalezas y debilidades de cerca de 300 centros de enseñanza obligatoria en relación a su seguridad y propone medidas para mejorar la protección de los alumnos.

Del estudio, realizado por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en colaboración con las de Santiago de Compostela, Sevilla y Alcalá de Henares (Madrid), se desprende que la mayoría de los centros (74 por ciento), especialmente los del norte de España, conserva correctamente sus instalaciones con el fin de evitar desprendimientos, roturas en escaleras y humedades en balcones y terrazas. También se caracterizan por garantizar el orden, la limpieza y renovar el aire interior mediante sistemas naturales de ventilación, disponer de mobiliario adecuado y de los elementos de seguridad necesarios en caso de incendio, así como contar con la señalización adecuada.

También obtienen buena nota por cumplir con la normativa de seguridad alimentaria, por ofrecer formación en hábitos posturales saludables, especialmente a la hora de cargar y organizar correctamente las mochilas; y por gestionar adecuadamente la exclusión, la violencia física y el acoso entre alumnos. Como dato positivo, actualmente el 80 por ciento de los colegios cuenta con personal específico para controlar los patios y hacer un seguimiento a los alumnos con perfiles de riesgo.

Por el contrario, las asignaturas pendientes más comunes en los centros escolares son: inadecuadas condiciones acústicas y de iluminación en las aulas y dimensiones poco adecuadas de las clases con respecto al número de alumnos; presencia de barreras arquitectónicas y falta de cristales de seguridad en ventanas y de sistemas de protección en las puertas para evitar que los alumnos más pequeños se “pillen” los dedos, uno de los riesgos más habituales junto con caídas y golpes leves.

Para promover la seguridad y la salud en los centros, Fundación Mapfre recomienda incorporar en los programas educativos contenidos que contribuyan a generar conductas y hábitos seguros y saludables entre los alumnos, especialmente durante las primeras etapas educativas, y que impliquen a las familias y a los educadores como protagonistas fundamentales en la educación de los menores.

Los centros escolares también tienen deberes. Es necesario que la comunidad educativa comparta valores y principios vinculados con la seguridad, que formen parte de la cultura institucional, ya que a través de las decisiones organizativas y de funcionamiento se puede favorecer el incremento de la seguridad en los centros. La matrícula de honor se puede conseguir, según Fundación Mapfre, si la seguridad forma parte de todas y cada una de las decisiones que se adoptan en un centro escolar.