Tercer concierto de abono de la ROSS

Pianista: Juan Pérez Floristán

Dirección: John Axelrod

Hamlet: Obertura- Fantasía en Fa menor, Op.67

Concierto para piano y orquesta nº 1, en Si bemol menor, Op.23

Sinfonía nº 4, en Fa menor, Op.36

                   Concierto nº 1 en Si bemol menor Op.23: Horowitz en el recuerdo

Imposible disociar ambos nombres -compositor e intérprete- cuando se aborda una de las obras de mayor difusión y popularidad.  A ello ha contribuido la influencia de una de las figuras de mayor prestigio internacional de todos los tiempos: Vladimir Horowitz, capaz de ‘rescatar’ una partitura que -como es el caso- yacía en el trastero del llamado ‘gran repertorio’. Para evocar, hoy, el recuerdo del gran pianista ruso había que contar con un intérprete ilusionado y sin complejos -Juan Pérez Floristán- capaz de responder a las exigencias de lo que, en su origen, supuso un fracaso (se insinúa que el director, N. Rubinstein, estaba ebrio el día del estreno) pero que hoy sigue deslumbrando por su complejo entramado, incluido un virtuosismo exigente y nada superficial. John Axelrod, en estado de gracia, había situado el susodicho Concierto en Si bemol menor entre la infrecuente  obertura-fantasía Hamlet y la solemne, anticipadora de futuras obras maestras del repertorio, Cuarta Sinfonía en Fa menor, Op.36 (2), verdadera obra maestra que enlaza, al final del ciclo, con la Quinta, ambas auténtico hitos sólo subestimados por algunos eruditos a la violeta – en feliz descripción de Cadalso-, que se empeñan en subestimar la personalidad de un músico que sigue llenando los teatros (3) , como es el caso de este atractivo tercer concierto de abono de la ROSS, coronado por la dirección impecable de John Axelrod,  al  que muchos echarán de menos cuando se cumplan los deseos de unos políticos ignorantes para quienes la música no pasa de ser un pasatiempo. A propósito: ¿A cuántos de ellos vemos en el Maestranza?

MFR

  • “Una obra muy trillada y curtida en mil batallas que normalmente ha sido martilleada por pugilistas del piano hasta convertirla a la vulgaridad más inmutable”. (Neville Cardus, en The Manchester Guardian (1936).
  • “No puedo tocarla (la Sinfonía nº 4) sin que la fiebre se apodere de todas las fibras de mi ser, y sin que me lleve todo un día recuperarme de tamaña impresión” . (Mme. Von Meck).
  • Llama la atención la escasa estima que despierta Chaikóvski en muchos aficionados e incluso en más de un crítico, léase Della Corte, Pannain o el propio Adolfo Salazar, éste último uno de los más prestigiosos musicólogos del siglo XX. Puede que El lago de los cisnes o Cascanueces hayan encasillado a su autor en el mundo del ballet, lo que no deja de ser una limitación injusta.