Aquella frase, atribuída a Liszt: “el porvenir de los niños prodigio está en su pasado”, no es aplicable a Juan Pérez Floristán, una especie de freelance (permítaseme el anglicismo), cuya asombrosa madurez interpretativa, recursos técnicos y calidez emocional envuelven una personalidad que rehúye el oropel deslumbrante del mero virtuosismo.

JUAN PÉREZ FLORISTÁN Kirill Bashkirov (2)En su presentación como solista en el Maestranza (“mi segunda casa; aquí he crecido”), llama poderosamente la atención la elección del repertorio, comenzando por la Sonata en Si menor de Liszt -desarrollada en un único movimiento que asombra por su enorme complejidad- hasta las irisaciones de Debussy, el colorido de Ginastera, el acento vanguardista de Bartók y el ritmo jazzístico de los 3 Preludios de Gershwin, obra ésta ‘reestrenada’ en nuestra ciudad (yo añadiría, en nuestro país), allá a principios de los años 50 del pasado siglo, por el gran pianista Julius Katchen, prematuramente desaparecido, quien confiaba en la pronta aceptación del músico norteamericano en las salas de concierto europeas. ¡Vivir para ver!

Pérez Floristán reivindica la modernidad de Liszt, resaltando la influencia de su música sobre algunos de los más importantes compositores del siglo XX. Hasta hace relativamente poco, la figura de Franz Liszt arrastraba el restrictivo tópico del virtuoso que escribe con la mente puesta en sus formidables dedos. Como compositor, se le consideraba un artista irremediablemente decimonónico y no era difícil encontrar los argumentos para ello. Algunos de los géneros que había cultivado (rapsodias, paráfrasis, etc.) retrotraían a tiempos y gustos que parecían superados. No obstante, en los últimos años, el progresivo conocimiento de su obra -tan amplia como poco explorada- ha permitido una valoración más completa y objetiva de su legado.

Tengamos presente que Liszt fue, entre otras cosas, un precursor del modernismo y su obra tiene una importante carga profética. En este aspecto, es menester resaltar lo mucho que le deben algunos compositores del siglo XX, y no precisamente los más carcas: Wagner, Berg, Scriabin, Bartók, Ravel, Messiaen… lo que le convierten en uno de los pilares de la Historia de la Música. Del pasado tomó Liszt las exigencias estilísticas, de su siglo las tendencias más diversas y del futuro las técnicas visionarias. Así pues, la monumental Sonata en Si menor, dedicada al “conservador” Schumann, resume la capacidad expresiva del teclado, cuyas posibilidades son explotadas al máximo, como así nos lo transmitió ese gran intérprete que es Juan Pérez Floristán, algo más que un virtuoso del teclado.

 

MFR